martes, 29 de abril de 2014

1° de Mayo -Enrique Manson

El 1º de mayo había sido una festividad por excelencia del peronismo. Éste afirmaba que había incorporado a los trabajadores a un Movimiento Nacional superador de la lucha de clases. Jauretche decía, no es cuestión de pelearse por las achuras cuando no se tenía la res, y a la Plaza llevaban banderas argentinas en la Fiesta de los Trabajadores.
En 1955 vino la proscripción y la persecución. Muchos jóvenes, que provenían de hogares no peronistas, levantaron la consigna Luche y vuelve. Y volvió.
Sin embargo, a la victoria siguió el conflicto. Alguna vez, el líder lamentó que, por los dieciocho años de ostracismo, llegaba demasiado tarde para él y demasiado pronto para la juventud. Hubo intereses encontrados. No faltaban los que habían intentado el entrismo para copar al peronismo. Tampoco las torpezas de jóvenes inexpertos.
Antes de la victoria electoral se insinuaba el peligro. Miguel Bonasso dice que no tuvieron mejor idea que pedirle “10.000 fusiles. ‘Les voy a dar 15.000’ fue la sarcástica respuesta.” Era no conocerlo a Perón
Roberto Perdía reconoce que “habíamos luchado desde la resistencia, en el marco de una estrategia conducida por Perón, para cuestionar el poder usurpador. Una vez logrado el objetivo se requerían modificaciones en la concepción y en la acción. Eso fue lo que no pudimos o no supimos recrear ni trasmitir”.
Como alguna vez hemos dicho : ¿Perón se derechizaba o los muchachos se empeñaban en arrojarlo en brazos de la derecha?
De todos modos, no todos eran infiltrados. ¿Quién podría cuestionar la identidad peronista de un Dardo Cabo o de un Andrés Framini?
El enfrentamiento entre el Líder y la Tendencia Revolucionaria culminó el 1º de mayo de 1974. Perón había anunciado que en la Fiesta del Trabajo rendiría cuentas de su gestión. La conducción juvenil trató de aprovechar para exigir rectificaciones. Una vez más sus jefes demostraron lo poco que conocían al Viejo.
Los días anteriores el diario Noticias, órgano de Montoneros, preparó el ambiente. Se recordaba la silbatina “espontánea” que había precedido en los ’50 la caída de José Espejo de la Secretaría General de la CGT. Un anuncio de que se preparaba el mismo método. ¿Para voltear a quién? El acto se inició remedando a los de veinte años antes, con actuación de artistas y coronación de una Reina del Trabajo, ante la indiferencia de los asistentes que vivían en los ’70. Con dos tercios de la Plaza ocupados, apareció la columna de la Tendencia, que se instaló en la calle Rivadavia y sus adyacencias, con sus clásicos carteles. La organización del acto sólo permitía banderas argentinas y carteles de sindicatos, pero el ingenio de los militantes permitió –aerosoles mediante– que una vez en la plaza se escribiera sobre las banderas o se modificaran castos letreros admisibles que pasaron a decir: Montoneros, JP, JUP, JTP y otras siglas y consignas de la Tendencia. Los recién llegados atronaban: “¿Qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?”.
No todos los que ocupaban el resto de la plaza pertenecían a la derecha peronista. En Hipólito Yrigoyen estaban los hermanos separados de la JP Lealtad, y en la plaza misma, detrás de las columnas del sindicalismo y de las agrupaciones afines, la masa de los peronistas a secas. A los reclamos: “¡No queremos carnaval. Asamblea popular!” se respondió con un “¡Conformes, General!” que expresaba el sentimiento de muchos con el gobierno y el fastidio de los que repudiaban la insolencia montonera. Entonces llegó la silbatina. Isabel entregaba premios a los artistas y a las reinas y princesas del trabajo, pero no se podía oír al locutor por la rechifla.
Los jóvenes maravillosos de ayer habían evaluado mal a Perón. ¿Tal vez supusieron que se iba a divorciar porque ellos le recordaban que Evita había una sola?
El General comenzó su discurso recordando que veinte años atrás había recomendado templanza a los dirigentes sindicales, porque se acercaban tiempos difíciles. “No me equivoqué”, siguió. “Ni en los tiempos que venían, ni en las condiciones de los dirigentes, a pesar de esos estúpidos que gritan.”
El Líder estaba enojado en serio. Nuevamente se refirió a los tiempos vividos, y agregó: “Y hoy resulta que unos imberbes pretenden tener más méritos que los que por veinte años lucharon”.
Las columnas comenzaron a retirarse. Según afirma Ernesto Jauretche, la conducción montonera se allanó a la decisión de los militantes, y se fue con ellos. Afortunadamente no hubo en la retirada cruce con columnas adversarias, o aun de no encuadrados que –contagiados por el clima– podían haber provocado incidentes gravísimos.
Perón regresó al interior de la Casa Rosada con el ánimo más tranquilo. Se ha contado que trató de calmar la inquietud de Oscar Alende, explicándole que sólo había querido dar una reprimenda a los muchachos. El 1º de julio se moría sin que hubiera habido tiempo para conocer los resultados.
Las opiniones vertidas en este suplemento corren por cuenta de sus autores y están abiertas al debate. MAIL: redaccion@miradasdalsur.com

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