martes, 26 de mayo de 2015

EL PRIMER 25 DE MAYO. Por Enrique Manson

EL PRIMER 25 DE MAYO

Y cual lloran bañados en sangre

Potosí, Cochabamba y La Paz

Vicente López y Planes

El fin del dominio español en América fue una emancipación. Las antiguas posesiones separadas de la Corona española no lo fueron por una rebelión de pueblos sometidos, como lo sería en el siglo XX en África y en Asia, donde la diferencia entre dominantes y dominados se expresaba hasta en el color de la piel.

La revolución hispanoamericana la hicieron los criollos, es decir los descendientes de los conquistadores, cuando no peninsulares arraigados, como los vocales de la Junta de Buenos Aires Larrea y Matheu. Sólo en México, y en una primera etapa, se trató de una rebelión indígena, aunque conducida por un sacerdote criollo, Miguel Hidalgo. También hubo una importante presencia aborigen en la rebelión altoperuano del 25 de mayo de 1809.



El Alto Perú, la actual Bolivia, era la región más rica y más poblada del virreinato del Río de la Plata. En Charcas, la actual Sucre, funcionaba la Universidad más prestigiosa y, en la misma ciudad, estaba la única audiencia o tribunal superior de justicia.

La altura de la región la hacía difícil para los habitantes de las zonas llanas del sur. Sin embargo, la región del actual noroeste argentino tenía una importante vinculación comercial y cultural con los altoperuanos.

Gobernaba en Buenos Aires, Baltasar Hidalgo de Cisneros, que había reemplazado al héroe de la Reconquista, Santiago de Liniers. Éste, por su condición de francés, no era confiable para las juntas peninsulares que luchaban contra la invasión napoleónica. Pero el nuevo virrey llegó a una Buenos Aires hostil, donde el pueblo en armas que había expulsado a los invasores ingleses no estaba dispuesto a someterse calladamente a los burócratas que llegaban de España.

La Junta Central que conducía desde Sevilla la lucha contra los ejércitos de Napoleón, proclamó en enero de 1809 “que los vastos y preciosos dominios que España posee en Indias no son propiamente colonias o factorías como las de otras naciones, sino parte esencial e integrante de la Monarquía Española.” No hay duda que esta liberalidad tenía que ver con la acuciante necesidad de contar con la ayudaindiana frente a la invasión del amo de Europa, pero no hacía más que revivir el afán de autonomía de la población criolla.

Las noticias eran cada vez peores. Se acercaba la derrota final. Fue en Chuquisaca, precisamente entre los estudiantes, estalló la revolución. El levantamiento se fundaba en un silogismo surgido la prestigiosa universidad de Charcas[1]:

A la pregunta ¿Debe seguirse la suerte de España, dominada por los franceses, o resistir en América?, la Universidad respondía:



Premisa mayor: Las Indias son un dominio personal del rey y no de España.



Premisa menor: El rey está impedido de reinar.



Conclusión: Luego, las Indias deben gobernarse a sí mismas desentendiéndose de España.

Al amanecer del 25 de mayo de 1809, la plaza Mayor de Chuquisaca se llenó de gente mientras las campanas de todas las iglesias se echaban a vuelo con disgusto del arzobispo, apoyando a una Junta formada días antes. La rebelión se expandió a La Paz, con el apoyo de una población de indios y mestizos y después a todo el territorio altoperuano, pero fue sangrientamente reprimida.

Los virreyes de Buenos Aires, Cisneros, y de Lima, Abascal, enviaron tropas que terminaron por aplastar la rebelión. El primero unió lo útil a lo agradable: integraban la fuerza de represión los inmanejablespatricios, y terminó con la rebeldía, al mismo tiempo que se sacaba de encima a parte de los milicianos que lo amenazaban en Buenos Aires. La cabeza del revolucionario Pedro Domingo Murillo sería puesta en una pica después de su ahorcamiento. En estos episodios se inspiró Vicente López y Planes en el Himno Nacional cuando dijo: “Y cual lloran, bañadas en sangre, Potosí, Cochabamba y La Paz.”

Esto no pudo, evitar que todo el virreinato –todo el continente- se preparara para el día en que Napoleón terminara de dominar la península. No era mayoría todavía el sector que soñaba con la independencia, más allá de los resultados de Europa. El tucumano Bernardo de Monteagudo, revolucionario en Charcas de 1809, era uno de ellos.

Bernardo de Monteagudo

Enrique Manson

Mayo de 2012[1] Que estaba, justamente, en Chuquisaca. El dictador Jorge Videla en un viaje oficial a Bolivia, quiso halagar a sus anfitriones recordando que los próceres de nuestra independencia se habían educado en las universidades de Charcas y de Chuquisaca. Tan analfabeto como sanguinario, Videla no se había hecho asesorar para saber que Chuquisaca era la capital de la provincia de Charcas y que la universidad era una sola.

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