Sigue el debate de los monumentos. ¿Es correcto que la estatua de Juana Azurduy se instale en donde estaba la de Cristóbal Colón? Se multiplican los argumentos a favor o en contra de la medida, aunque se puede suponer que primará lo político. La instalación de la heroína de Chuquisaca es un reconocimiento a la línea continentalista de estos tiempos de Iberoamérica. Y la oposición del gobierno porteño no va mucho más allá de su inexorable conducta anti K.
La integración continental, único destino viable para una patria dueña de su destino, tiene raíces en nuestro pasado. El nombre de Argentina se debe al error de Sebastián Gaboto, que buscó en vano un cerro "todo de plata". Por ello se bautizó el Río de la Plata y así nació el nombre Argentina, de argentum –plata– para estas tierras. La lucha por la independencia se inició en Charcas en 1809. Un año después, la Junta de Buenos Aires se integró con Castelli, Moreno, Monteagudo, estudiantes de la universidad chuquisaqueña. Y el presidente de la Junta, ¡el primer presidente argentino!, fue Cornelio Saavedra, nacido en Potosí.
La Argentina tiene identidad mestiza. Todos vinimos de afuera. Los indios, los españoles de la conquista, los africanos –contra su voluntad–, los gringos del XIX y el XX. Nicomedes Santa Cruz hablaba de un continente poblado de rubias bembonas, indios barbudos y negros lacios. En tiempos de vacas gordas y peones flacos, las clases dominantes se sentían europeos exiliados, y trataron a los indios –como los gauchos– con el desprecio de los vencedores. La Historia se miraba desde la borda de la carabela. Pero hace algunas décadas, una corriente creyó descubrir que los indios son también seres humanos. Y algún legislador nacional propuso declarar día de luto al 12 de octubre.
La conquista española, como todas, fue cruenta. También lo fueron la de los aztecas en México y la de los mapuches sobre los que ellos llamaron tehuelches. Pero España fue el único imperio que hizo examen de conciencia, con Bartolomé de Las Casas y con Francisco de Vitoria, que negaba que "el emperador fuera Señor del Mundo" y que el Papa pudiera asignar las tierras americanas, ocupadas por dueños legítimos. Hubo violencia, y también mestizaje, del que nacieron los mancebos de la tierra que fundaron ciudades americanas pobladas por americanos. Fueron los enemigos de España los que crearon la leyenda negra: ingleses u holandeses que no se mezclaban con los indios, que los exterminaban o encerraban en reservaciones. Pero algunos prefieren pelearse con Felipe II, que está muerto y enterrado, y olvidar que la que se pasea por nuestros mares es la IV flota de los Estados Unidos. La conquista, con todos sus males, fue el germen de la Patria que soñaron unida San Martín y Bolívar, Perón e Ibáñez y que hoy, en 2014, estamos más cerca que nunca de alcanzar.
Volviendo a las estatuas, parece un hecho que Colón irá a Mar del Plata y Juana Azurduy cerca de la Casa Rosada. No parece un castigo para el almirante, que quedará mirando el mar que sus sueños llevaron a cruzar. Para Juana, además del reconocimiento a nuestros hermanos del Altiplano, el homenaje eterno a la heroína que mereciera el sable que Belgrano le entregó y que con coraje femenino perdiera marido e hijos en su lucha por la América independiente. Y a quien la presidenta ascendió a Generala del Ejército Argentino. Esa Juana que llevaba sangre quechua, había nacido en América –en las Indias de Colón– y se llamaba Azurduy, que en eusquera (no en aymara ni en italiano) significa sitio de zarzas. «Por Enrique Manson
*Miembro del Inst. Nacional
de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego.