Los argentinos esperábamos la visita del censista. Escuchábamos distraídamente la radio cuando creímos oír que “el ex presidente Néstor Kirchner, figura central de la política nacional de los últimos tiempos, murió esta mañana como consecuencia de un paro cardiorespiratorio”.
La tragedia de 1976 vació la política. Los padres no querían que sus hijos sufrieran el castigo soportado por la generación anterior. Luego vino el descreimiento por la visión entre comercial y delictiva de la política más reciente.
El flaco bizco y desaliñado que había recibió el bastón el 25 de mayo de 2003, era imaginado por muchos como el muñeco de un ventrílocuo. Mariano Grondona, convertido en demócrata, habló del Cámpora de Duhalde, que éste manejaría a capricho.
Acababa de anunciar que se disponía a “fijar, junto a todos los argentinos, prioridades nacionales y construir políticas de Estado a largo plazo...”
El pueblo había “marcado una fuerte opción por el futuro y el cambio.” Porque “nuestro pasado está pleno de fracasos, dolores, enfrentamientos, energías malgastadas en luchas estériles... Al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí.”
“Se intentó reducir la política, el gobierno, a la mera administración de las decisiones de los núcleos de poder económico con amplio eco mediático, al punto que algunas fuerzas políticas en 1999 se plantearon el cambio en términos de una gestión más prolija pero siempre en sintonía con aquellos mismos intereses.”
Se requería un cambio que implicaba “medir el éxito o el fracaso de la política desde otra perspectiva.” Había que “reconciliar a la política, a las instituciones y al gobierno, con la sociedad”. En lo social, la justicia se alcanzaría “en una Argentina… donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo”. Había que “recuperar los valores de la solidaridad y la justicia social protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad... El Estado es “el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades.”
Pero si hubo una frase que definió lo que sería la nueva política fue: “No voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno”.
Días antes de asumir, el periodista Escribano, escribió que “la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”. Washington “no veía con buenos ojos a Kirchner”. Seguía un pliego de condiciones a las que el presidente debía allanarse.
El presidente respondió con energía desbordante. En Entre Ríos no habían empezado las clases por huelga docente. Al día siguiente de asumir, viajó con el ministro Filmus, a Paraná. Solucionó el conflicto y los chicos tuvieron clases. Filmus recordaría, años después, que en esos días le dijo, mirando las manifestaciones de la Plaza, “Daniel. Yo nunca voy a reprimir.”
El general Brinzoni, jefe del Ejército, quería permanecer en el cargo y lo hizo saber. A los cuatro días era un retirado. Lo reemplazó el general Roberto Bendini, cocido de Río Gallegos.
El Congreso no había terminado con la cuestionada Corte menemista. El presidente denunció a su titular, Julio Nazareno. Incondicional de Menem, había intentado presionarlo. No hizo falta utilizar los “remedios” que Kirchner había exigido, pues renunció para evitar el juicio político.
Iniciada, con dificultades, la reactivación de la economía, con una industria renaciente y un impulso hacia el desarrollo de la obra pública, era prioritario reconstruir las relaciones financieras internacionales. Kirchner presentó una propuesta para salir del default. Esta contemplaba reducción del capital adeudado de 75%, aunque no gustaba al Fondo Monetario Internacional y sus seguidores. La firmeza del presidente quebró resistencias y provocó una quita récord. Poco después, se canceló la deuda con el FMI.
El punto final, la obediencia debida, y los indultos de Menem mantenían la impunidad de los criminales. La apropiación de bebés, no prevista en esas leyes, permitió detener a Videla y a Massera. Jueces y congresistas anularon la impunidad. La nulidad se extendió a todas las responsabilidades.
El 24 de marzo de 2004, a los 20 años de la dictadura, la Escuela de Mecánica de la Armada fue desalojada de su predio, convertido en Museo de la Memoria. En el Colegio Militar, Kirchner ordenó al general Bendini que quitara los cuadros de los dictadores Videla y Bignone de la galería de directores de la institución.
Ese 28 de octubre, los argentinos redescubrieron la pasión política. El 25 de mayo de 2003, el desconocido pingüino de Santa Cruz no había dejado sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada.
Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego
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