martes, 29 de abril de 2014

1° de Mayo -Enrique Manson

El 1º de mayo había sido una festividad por excelencia del peronismo. Éste afirmaba que había incorporado a los trabajadores a un Movimiento Nacional superador de la lucha de clases. Jauretche decía, no es cuestión de pelearse por las achuras cuando no se tenía la res, y a la Plaza llevaban banderas argentinas en la Fiesta de los Trabajadores.
En 1955 vino la proscripción y la persecución. Muchos jóvenes, que provenían de hogares no peronistas, levantaron la consigna Luche y vuelve. Y volvió.
Sin embargo, a la victoria siguió el conflicto. Alguna vez, el líder lamentó que, por los dieciocho años de ostracismo, llegaba demasiado tarde para él y demasiado pronto para la juventud. Hubo intereses encontrados. No faltaban los que habían intentado el entrismo para copar al peronismo. Tampoco las torpezas de jóvenes inexpertos.
Antes de la victoria electoral se insinuaba el peligro. Miguel Bonasso dice que no tuvieron mejor idea que pedirle “10.000 fusiles. ‘Les voy a dar 15.000’ fue la sarcástica respuesta.” Era no conocerlo a Perón
Roberto Perdía reconoce que “habíamos luchado desde la resistencia, en el marco de una estrategia conducida por Perón, para cuestionar el poder usurpador. Una vez logrado el objetivo se requerían modificaciones en la concepción y en la acción. Eso fue lo que no pudimos o no supimos recrear ni trasmitir”.
Como alguna vez hemos dicho : ¿Perón se derechizaba o los muchachos se empeñaban en arrojarlo en brazos de la derecha?
De todos modos, no todos eran infiltrados. ¿Quién podría cuestionar la identidad peronista de un Dardo Cabo o de un Andrés Framini?
El enfrentamiento entre el Líder y la Tendencia Revolucionaria culminó el 1º de mayo de 1974. Perón había anunciado que en la Fiesta del Trabajo rendiría cuentas de su gestión. La conducción juvenil trató de aprovechar para exigir rectificaciones. Una vez más sus jefes demostraron lo poco que conocían al Viejo.
Los días anteriores el diario Noticias, órgano de Montoneros, preparó el ambiente. Se recordaba la silbatina “espontánea” que había precedido en los ’50 la caída de José Espejo de la Secretaría General de la CGT. Un anuncio de que se preparaba el mismo método. ¿Para voltear a quién? El acto se inició remedando a los de veinte años antes, con actuación de artistas y coronación de una Reina del Trabajo, ante la indiferencia de los asistentes que vivían en los ’70. Con dos tercios de la Plaza ocupados, apareció la columna de la Tendencia, que se instaló en la calle Rivadavia y sus adyacencias, con sus clásicos carteles. La organización del acto sólo permitía banderas argentinas y carteles de sindicatos, pero el ingenio de los militantes permitió –aerosoles mediante– que una vez en la plaza se escribiera sobre las banderas o se modificaran castos letreros admisibles que pasaron a decir: Montoneros, JP, JUP, JTP y otras siglas y consignas de la Tendencia. Los recién llegados atronaban: “¿Qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?”.
No todos los que ocupaban el resto de la plaza pertenecían a la derecha peronista. En Hipólito Yrigoyen estaban los hermanos separados de la JP Lealtad, y en la plaza misma, detrás de las columnas del sindicalismo y de las agrupaciones afines, la masa de los peronistas a secas. A los reclamos: “¡No queremos carnaval. Asamblea popular!” se respondió con un “¡Conformes, General!” que expresaba el sentimiento de muchos con el gobierno y el fastidio de los que repudiaban la insolencia montonera. Entonces llegó la silbatina. Isabel entregaba premios a los artistas y a las reinas y princesas del trabajo, pero no se podía oír al locutor por la rechifla.
Los jóvenes maravillosos de ayer habían evaluado mal a Perón. ¿Tal vez supusieron que se iba a divorciar porque ellos le recordaban que Evita había una sola?
El General comenzó su discurso recordando que veinte años atrás había recomendado templanza a los dirigentes sindicales, porque se acercaban tiempos difíciles. “No me equivoqué”, siguió. “Ni en los tiempos que venían, ni en las condiciones de los dirigentes, a pesar de esos estúpidos que gritan.”
El Líder estaba enojado en serio. Nuevamente se refirió a los tiempos vividos, y agregó: “Y hoy resulta que unos imberbes pretenden tener más méritos que los que por veinte años lucharon”.
Las columnas comenzaron a retirarse. Según afirma Ernesto Jauretche, la conducción montonera se allanó a la decisión de los militantes, y se fue con ellos. Afortunadamente no hubo en la retirada cruce con columnas adversarias, o aun de no encuadrados que –contagiados por el clima– podían haber provocado incidentes gravísimos.
Perón regresó al interior de la Casa Rosada con el ánimo más tranquilo. Se ha contado que trató de calmar la inquietud de Oscar Alende, explicándole que sólo había querido dar una reprimenda a los muchachos. El 1º de julio se moría sin que hubiera habido tiempo para conocer los resultados.
Las opiniones vertidas en este suplemento corren por cuenta de sus autores y están abiertas al debate. MAIL: redaccion@miradasdalsur.com

Mario Rapoport-Fragmento Discurso en ocasión de recibir el Premio José María Rosa

Es bueno que existan no una sino muchas escuelas de pensamiento histórico distintas, lo que no fue siempre el caso en nuestro país. Esto último ocurre cuando algunos historiadores no reconocen sus propios límites, que suponen la relatividad de nuestros conocimientos y el hecho de que pertenecen a un tiempo determinado y no pueden escapar a las ideologías y a las presiones de cada época.
Hay diferentes formas de interpretar la historia y todas ellas tienen como premisa una revisión de ella. El material con el que nos manejamos no es una caja vacía, como la página en blanco que el novelista debe llenar con su imaginación, pero tampoco está llena de certezas. Predominan numerosos interrogantes.
En mi caso, me voy a referir especialmente, como economista y como historiador, a la historia económica y social y a la historia de las relaciones internacionales, sobre todo de las épocas más recientes, los dos campos de estudio a los que me he dedicado.
Vivimos hoy en un mundo más interconectado que nunca, con continuas innovaciones tecnológicas y científicas, pero sujeto a la recurrencia de inciertos avances económicos y profundas crisis. Un mundo en el cual se asiste a una creciente polarización económica y social de riqueza y pobreza (entre regiones y países y en el interior de unas y otros); a conflictos internacionales y guerras de distinto tipo; a la persistencia de superpotencias y desigualdades notorias en el poder internacional; a violaciones frecuentes de derechos humanos, soberanos o jurídicos; a la conformación de bloques e instituciones regionales; a una explotación cada vez más imprudente de los recursos naturales; a la aparición y predominancia de ideologías simplistas o fundamentalistas, económicas, políticas o religiosas; al aumento del terrorismo y diversos tipos de organizaciones criminales; a una gran diversidad de procesos culturales y movimientos populares contestatarios.
La comprensión de estos fenómenos, sumamente complejos, todos ellos con profundas raíces en el pasado, exige no sólo encuadrarlos y pensarlos simultáneamente, sino reconstruirlos de un modo preciso, estudiando sus vínculos recíprocos, así como tratar de capitalizar los conocimientos que aportan diversas disciplinas, como la economía, las ciencias políticas o las relaciones internacionales; aunque éstos priorizan, por lo general, lo teórico o lo pragmático, cuando, por el contrario, la historia los contextualiza y engloba, los transforma en instancias mismas de su propio contenido.
En tiempos recientes, la expansión de una profusa ensayística sobre la llamada globalización, de matriz neoliberal, en su afán de eternizar el presente, llegó a proclamar el fin de la historia y a enunciar leyes eternas y abstractas, fundamentalmente económicas –por ejemplo, las de los mercados globales y autorregulados donde el hombre y sus conductas son simples abstracciones predeterminadas–, dejando únicamente para el historiador los intentos de capturar el puro “instante” subjetivo, lo puramente biográfico; o de realizar un microanálisis independiente de todo contexto poniendo así en evidencia su carácter a-histórico o mejor aún anti-histórico.
Una visión que se compatibiliza con el diagnóstico sobre los cambios mundiales de los años ’90: si antes había habido historia (en el sentido del desarrollo y las transformaciones cualitativas de los procesos sociales) ahora ya no la habría o ésta era un “mero residuo tribal” de épocas pasadas.
Ese “pensamiento único” exaltaba lo nuevo y obturaba una comprensión profunda del presente y del pasado, de la particular combinación de continuidades y rupturas.
La proclamación, asimismo, de otros finales –de los Estados-nación, de los ciclos y las crisis, de los imperios– desafiaba en su mismo objeto a la disciplina histórica. Así, por ejemplo, ya que se sostenía la caducidad del Estado-nación, no habría relaciones internacionales, reemplazadas por el estudio de las combinaciones entre lo “local” y lo “global”. Esas ideas, desmentidas crudamente por la realidad que vivimos, todavía influyen y seguirán influyendo a través de los mundos virtuales y los intereses que los nutren, y exigen profundizar el aporte empírico y teórico, tanto de los procesos mundiales como el de nuestras propias historias nacionales y regionales.
La historia del tiempo presente, de las crisis, de los ciclos y de las incertidumbres forma, en este sentido, una parte importante de nuestra tarea. En los movimientos y procesos actuales descubrimos las puntas del iceberg que en el pasado hundieron muchos Titanic. En todo caso, somos prisioneros del presente y el pasado se nos abre como las puertas de una cárcel para poder explicar mejor los paisajes que nos rodean o los caminos de salida que podemos percibir.
Un plano de la discusión entre los intelectuales críticos de estas concepciones era el de indagar sobre la profundidad histórica de los fenómenos económicos que se pretendían conceptualizar bajo el nombre de globalización. Sus orígenes se situaban, en verdad, como lo han demostrado numerosos estudios, en los albores del capitalismo europeo, poniendo de manifiesto la correlación entre la conformación de una economía mundial y el desarrollo de los espacios económicos nacionales y de las relaciones centro-periferia. Había así una continuidad esencial con el pasado y la necesidad del análisis histórico para la crítica de las ideologías económicas en boga.
Otro plano era el de la necesaria distinción entre los hechos y las ideologías, que tenían sus raíces en el pensamiento neoliberal. Esa crítica desmontaba una pretendida teoría que al absolutizar el grado de internacionalización de las relaciones económicas, diluía e incluso proclamaba el fin tanto de las asimetrías y de la polarización económica y política entre grandes potencias y países periféricos, llegándose a enunciar incluso la caducidad del fenómeno histórico nacional.
En cuanto emergían crecientes pujas y conflictos internacionales y surgían diversos movimientos nacionales de distinto tipo y significación económica, política e ideológica, éstos eran presentados como resabios de una época ya superada, lo que no era el caso para las nuevas intervenciones militares y la violación de los derechos soberanos y humanos de otros países por parte de las grandes potencias.
En última instancia, esta visión de la globalización configuraba una ideología que en sus versiones más extremas se convertía en una vulgar apología de la expansión del capital financiero y económico transnacional y en una profundización de las desigualdades entre países y regiones, la mayor parte de las cuales quedaban excluidas de los presuntos beneficios de la globalización.
La historia era interpelada en su propio objeto porque, en el mismo momento en que se proclamaba la caducidad de los “grandes relatos”, la ideología globalista proyectaba sobre el pasado una interpretación evolutiva, unilineal y mecánica, basada en el ascenso del capitalismo, entendido como ley natural y “economía” a secas: una interpretación en la que los conflictos de los siglos XIX y XX, las crisis mundiales y las guerras, el imperialismo y las resistencias nacionales, la descolonización y las revoluciones sociales se convertían en extravíos históricos, en expresión de irracionalidad (porque no, cultural) frente a la marcha irresistible del progreso. En suma, se retrocedía de las expresiones más avanzadas de la historiografía a un evolucionismo economicista y positivista, que por otra parte escamoteaba también las propias contradicciones económicas del presente.
Por el contrario, nuevas corrientes historiográficas aportaron elementos de comparación que permitieron encontrar, entre aspectos novedosos, viejas tendencias en el proceso de la “financiarización” de la economía internacional y de las burbujas especulativas que precedieron a la actual crisis mundial.
Con el estallido de esta última, que les daba la razón y destruía en los hechos esas ideologías, se constató que la misma constituía no sólo la culminación de crisis sucesivas que afectaron distintas regiones y países y cuyo origen se situaba en los años ’70, con la caída del dólar y el alza de los precios del petróleo, sino que también, en muchos de sus aspectos, contenía elementos de la gran depresión de los años ’30, como si el capitalismo poco hubiera aprendido de su propia historia. El fracaso de Bretton Woods ya era una señal evidente de ello.
En el caso argentino, la exaltación de la globalización, el pretendido triunfo del neoliberalismo, llevó a muchos a creer, en los años ’90 del siglo pasado, que éramos de nuevo una colonia informal próspera del mundo civilizado, como alguna vez lo habíamos sido, y a considerar nuestro destino manifiesto el de ser un foco cultural y material de la potencia dominante, antes europea ahora situada en la misma vecindad, en medio de la presunta barbarie del resto de nuestro continente. Sólo bastaba con volver al modelo agroexportador y vivir del endeudamiento externo.
Todo lo que suponía la defensa de intereses nacionales era atacado, bajo el supuesto de que ése había sido el pecado por el cual nos habían presuntamente excluido del mundo. Pero la crisis de 2001 demostró el fracaso de estas ideologías, algunos de cuyos portavoces terminaron incluso por desear que fuéramos gobernados económicamente por instituciones internacionales, porque según su mentalidad colonial no podíamos hacerlo por nuestra propia cuenta. Por suerte, no fue así.
Recordemos, sin embargo, que esos episodios tenían fuertes antecedentes. Así, por ejemplo, promediando el siglo XIX, frente a la primera crisis financiera de magnitud, un presidente juraba que millones de argentinos “economizarían hasta sobre su hambre y su sed” para responder a los compromisos de la deuda externa contraída imprudentemente; y que aun desde mucho más lejos resuenan los ecos del inútil empréstito Baring de 1824, que terminó de pagarse casi un siglo más tarde.
¿Cuánto del despilfarro, de la corrupción, de la riqueza mal ganada y de la desigual distribución de los ingresos que vivimos durante tantos años y que en parte seguimos viviendo estaba inscripto ya en esas etapas de nuestra vida pública?
Esto lo ha demostrado ampliamente, para varias etapas de nuestra historia, José María Rosa, aquel ilustre historiador que lleva el nombre del premio que hoy me han otorgado, muchas veces relegado por aquellos que conformaban la historiografía oficial junto a otros intelectuales de igual valor que pagaron con el silencio o el desprecio su defensa de los intereses argentinos.
Este premio constituye para mí el reconocimiento de una obra que responde a un pensamiento nacional, está basada rigurosamente en fuentes documentales y trata de tener en cuenta el conjunto de factores económicos, políticos y sociales de manera de impedir cualquier interpretación unilateral de nuestro pasado. La historia, como el Ave Fénix, resurge todo el tiempo de sus cenizas
* Extractos del discurso pronunciado por el autor en ocasión del Premio Bianual José María Rosa otorgado por el Instituto Dorrego.

jueves, 24 de abril de 2014

se presentará la cátedra de HISTORIA REGIONAL ARGENTINA Hugo Chumbita, Enrique Manson, Eduardo Nocera, Horacio Mosquera y Diego Mora

Estimados/as:
Tenemos el agrado de invitarlos/as el lunes 28 a las 18 hs, en el stand de la Secretaria de Cultura de la Nación, PABELLON AZUL de la Feria del Libro, se presentará la cátedra de HISTORIA REGIONAL ARGENTINA que tiene a cargo el Instituto Nacional Manuel Dorrego en el IUNA.
Hugo Chumbita, Enrique Manson, Eduardo Nocera, Horacio Mosquera y Diego Mora expondrán sobre la experiencia.
Carlos Negro Juárez nos regalará algunos temas de folklore de evocación histórica.
Se puede obtener invitaciones entrando a la página institutonacionalmanueldorrego.com
Esperamos contar con su distinguida presencia.

Atte.
Cátedra de Historia Argentina
Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrrego
Agradecemos difusión.

viernes, 11 de abril de 2014

DOS HUELGAS-ABRIL 2014

DOS HUELGAS DE ABRIL
Patricia Bullrich, dijo a los diarios: "no es bueno un paro general". Consideró que se trata de "una medida excepcionalísima. Hoy hay paritarias para que los gremios discutan sus salarios. Reconozco que hay inflación y deteriora el bolsillo de los trabajadores, pero un paro general no es solución".
La que fuera ministra de Trabajo – ¡el ministerio de Perón!- cuando De la Rúa rebajó en un 13% sueldos y jubilaciones, no se equivocaba. Un paro general es una medida excepcional, sólo utilizable en circunstancias muy especiales, como fueran aquellas que la argentina sufría en abril de 1979.
Hace tres años, el ahora opositor Hugo Moyano evocaba, en el Día de los Trabajadores, los recuerdos que nos había traído el 27 de abril. Además de la evocación triste de los seis meses de la partida de Néstor Kirchner y del orgulloso recuerdo del octavo aniversario de la fecha en que nuestro país reinició su camino de grandeza dejando atrás un cuarto de siglo nefasto, trajo a la memoria aquel 27 de abril de 1979, cuando se lanzó la primera huelga general contra la tiranía criminal.
10 de abril de 2014
En este abril, el recontra alcahuete (Barrionuevo dixit) de Carlos Menem –de quien nadie sabe si cumplió con su compromiso de dejar de robar por dos años- se ha juntado con quien en 2011 lamentaba la pérdida del presidente patagónico, y con los que por creer que lo bueno es enemigo de lo mejor, le siguen sacando la escalera al que pinta la mayor parte de la pared y deja para cuando pueda el pintar la porción más cercana al techo. Estos llenan de piquetes de veinticinco o treinta integrantes cada uno las entradas de Buenos Aires. El camionero logra que se detenga el transporte público, y el gastronómico aprieta a sus mozos y camareras para entre todos dar la sensación de un país detenido. No parece, esta huelga contra las paritarias en marcha, la asignación universal por hijo o la recuperación de YPF, semejante a otros abriles huelguistas en que los trabajadores se jugaban por sus derechos den de veras arriesgando el pellejo sin exageración.
27 de abril de 1979
Los hombres del 24 de marzo habían creído que sería fácil terminar con el sindicalismo peronista. No comprendieron que, más allá de sus defectos y de la claudicación de algunos dirigentes, éste cumplía con una tarea de representación y de defensa de los intereses de los trabajadores. Y los trabajadores lo sabían.
La dictadura derogó la ley de Contrato de Trabajo y secuestró y asesinó a su inspirador, Norberto Centeno. Las 62 Organizaciones Peronistas fueron prohibidas y la CGT también. Se eliminó el derecho de huelga, las obras sociales fueron separadas de los sindicatos Se trataba de domesticar a la clase obrera para implementar el plan económico de las Fuerzas Armadas. La política de Martínez de Hoz cumplió con su objetivo de superar el conflicto social mediante la desaparición física de uno de sus términos. Para que no hubiera obreros rebeldes había que destruir la industria. Mientras las mazmorras se llevaban a quienes representaban alguna forma de resistencia, la caída del salario a la mitad de su valor de marzo de 1976 y el crecimiento de los índices de desocupación, desangraron a la clase media baja y a los trabajadores. La población asalariada, que en 1975 superaba los 6.000.000 de personas, cayó a menos de 5.000.000 en 1982.
La guerrilla, pretexto del golpe, no daba señales de vida. Los políticos mantenían el silencio, y el movimiento obrero parecía domesticado. Fuera de los moderados desplantes del sector de los 25, sólo el grupo de locas que se reunían los jueves en Plaza de Mayo para demandar la aparición de sus hijos parecía romper la uniformidad.
El éxito del Mundial, con las multitudes en la calle y con Videla vitoreado en el balcón, hizo vivir a los déspotas la sensación de una inesperada popularidad. El conflicto con Chile había fomentado un nacionalismo agresivo de cortas miras. Cuando la intervención papal evitó la guerra, la sensatez predominó, y se vivió el alivio de la lucha evitada, completando –aún contradictoriamente- un año positivo.
Los trabajadores seguían soportando la caída de sus salarios y el crecimiento del desempleo, así como la aplicación de normas laborales que ignoraban las más elementales conquistas.
En los últimos días de 1978, los 25 organizaron en la Capital Federal una cena a la que asistieron los agregados laborales de Estados Unidos y Alemania Federal, y representantes de la ORIT. El dirigente
cervecero Saúl Ubaldini leyó un documento en que se reclamaba el restablecimiento de la Ley de Asociaciones Profesionales, y la legislación del trabajo abolida. Se atacaba a la política económica y se reclamaba la recuperación de los salarios. Las obras sociales debían ser devueltas a los trabajadores, previa su recomposición económico financiera. En lo político, se rozaba lo que los militares consideraban una insurrección: el documento reclamaba el restablecimiento de la democracia, con justicia social.
Los 25 iniciaron su ofensiva poniendo “en estado de alerta a todo el movimiento obrero.” y avanzaron hacia el paro general. El 21 de abril, se reunieron en el sindicato de molineros, y convocaron a la Jornada de Protesta Nacional que se realizaría el 27 para lograr la “restitución del poder adquisitivo de los salarios y la plena vigencia de la ley de convenciones colectivas de trabajo, oponiéndose a la reforma de la Ley de Asociaciones Profesionales y de Obras Sociales y exigiéndose la normalización y libertad sindical.”
El general Reston, ministro de Trabajo, convocó a los dirigentes para dialogar en el Ministerio. La policía los fue capturando a medida que salían de la reunión. Sin embargo, se había creado un comité de huelga en la clandestinidad. Las organizaciones internacionales reclamaron al gobierno la libertad de los apresados. Lo mismo hicieron el partido Justicialista y la UCR, aunque ambos evitaron involucrarse con la huelga.
El paro afectó al cordón industrial del Gran Buenos Aires y a industrias del interior. También adhirieron los ferrocarriles Roca, Mitre y Sarmiento. No existió prácticamente en el comercio ni entre los empleados públicos. De todos modos, significó un cambio cualitativo en la lucha sindical contra el régimen. La dictadura mantuvo detenidos hasta mediados de julio a los dirigentes de los 25, pero incluso las formas de represión, aún siendo duras, mostraban que algo empezaba a cambiar.


Enrique Manson
10 de Abril de 2014





miércoles, 9 de abril de 2014

Invitación entrega de Premios Historia Argentina "José María Rosa"‏ 2014

Invitación entrega de Premios Historia Argentina "José María Rosa"


Tenemos el agrado de invitarlo a participar del Acto de Entrega del Premio “José María Rosa”a la labor en Historia Argentina. Este se realizara el día miércoles 16 de abril a 16.00 horas,en la sede del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, Rodriguez Peña 356.
El mismo será otorgado al Dr. Don Mario Daniel Rapoport, recibiendo menciones especiales la Profesora Beatriz Garrido el Dr. Alberto Gonzalez Arzac y el Lic. Roberto Baschetti.

Le recordamos que la primera persona en ser premiada con esta distinción el 13 de junio del año 2011 fue nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner, de la mano del hijo del Historiador el escritor Eduardo Rosa.

Esperamos contar con su distinguida presencia.

Biblioteca José María Rosa
Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego

Sobre Mario Daniel Rapoport
Premio José María Rosa a su labor como historiador, ensayista y pensador argentino; destacado en la investigación, elaboración y divulgación de la Historia Nacional y Popular.

Mario Daniel, RAPOPORT
Dirección laboral: Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI). CONICET-UBA, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, Córdoba 2122, 2do piso, 1120-Buenos Aires.
Tel: (54-11) 4-374-4448, internos 6498/6499; Tel-Fax (directo): (54-11) 4-370-6153

Email: irapopor@econ.uba.ar.

TÍTULOS UNIVERSITARIOS Y DE POSTGRADO
•Doctor en Historia, Universidad de París I, Panthéon-Sorbonne (Ciencias Económicas, Ciencias Humanas, Ciencias Jurídicas y Políticas)-Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, l975.
•Licenciado en Economía Política. Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, l967.
TESIS DOCTORAL
"La Grande Bretagne, les Etats Unis et la societé argentine: économie et politique". Universidad de París I-Panthéon-Sorbonne, 23 de junio de l975. Director: Prof. Pierre Vilar. Jurados: Profs. Claude Folhen, Ruggero Romano. Máxima mención.
ESPECIALIDAD
Historia de las Relaciones Económicas y Políticas Internacionales, Integración Regional, Historia Económica, Historia Argentina Contemporánea.
TÍTULOS HONORÍFICOS UNIVERSITARIOS
Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de San Juan, marzo 2009

jueves, 3 de abril de 2014

5 y 6 de abril de 1811 EL PRIMER 17 DE OCTUBRE – EL PRIMER CHOQUE CON LOS INGLESES LUEGO DE 1807y casi el primer caceroleo



Conforme a lo dispuesto por la junta el 27 de mayo, se pide a los cabildos de las provincias que envíen diputados Pero al ir llegando estos, a principios de 1811 los ilustrados ven peligrar sus planes, pues los “provincianos” no traían las mismas ideas iluministas que ellos.
Moreno dice que lo dispuesto el 27 de mayo era“fruto de la inexperiencia”. La orgullosa Buenos Aires no iba a compartir el poder con provincianos. Los morenistas conspiraban; contaban con el Club (del café de Marcos) y el regimiento “la Estrella”. La ingenuidad de Saavedra no le permitía sospechar de estos ni tampoco que una fuerza oculta y poderosa – la masonería cuyo conductor era el Dr. Julián Álvarez – acababa de unir a los jóvenes morenistas con los “viejos” del cabildo en una común repulsa contra los provincianos.
Un técnico, por regla general conoce muy bien el árbol pero es incapaz de ver el bosque. Para eso hace falta un político, y Moreno era más técnico que político. Si toda su inteligencia indiscutible y toda su energía arrolladora la hubiese puesto en la auténtica revolución americana, que nada tenía que ver con “La ciudad Perfecta” de Rousseau” hubiera dado excelentes frutos. Moreno era un hombre de gabinete. Le faltaba estaño. Tal vez su juventud le impidiese escuchar a otros menos dotados pero con más receptividad sobre lo que la gente piensa y quiere y no sabe expresar. Moreno tenía muchas virtudes, pero le faltaban dotes de Jefe. Ese jefe popular que interpreta lo que quiere la gente, ese jefe que no existió en los primeros días de la revolución. Porque Saavedra, en el cual el pueblo confiaba, no tenía la estatura requerida.
Por eso el pueblo, entusiasta al principio fue cayendo en una atónita indiferencia. Veía a los revolucionarios en obscuras conversaciones con los ingleses, que no eran tan ocultas, ya que oficiales del Misletoe, el Martine y el Pitt, buques ingleses en el puerto de Buenos Aires conversaban con las autoridades recientemente impuestas.
Y al pueblo se lo dejaba de lado, porque “era “una multitud privada de luces que solo piensa en sus primeras necesidades” o era el “vulgo que solo se condice por lo que ve”. (Palabras del reciente decreto de supresión de honores). Y oía que la junta recibía precisas instrucciones del embajador inglés ante la corte de Río de Janeiro.
¿Ese era el precio necesario para conseguir la libertad?
Lord Strangford, el embajador gringo maniobraba para que no se rompiesen los vínculos con España, ya que necesitaban que la península se ocupase de Napoleón y no de reprimir la sublevación americana. Para eso necesitaban autoridades adictas, como parecían ser muchos porteños.
LOS ORILLEROS(se conoce en la historia oficial como la “Asonada”)
Inesperada, sorpresivamente, sobreviene el levantamiento de las orillas que dará una fugaz tintura de pueblo a la Revolución.
A las once de la noche del sábado 5 de abril se sabe que grupos de quinteros y arrabaleros, casi todos con su caballo, se juntan en diversos lugares de la periferia de la ciudad. En silencio iban rumbo a la plaza de la Victoria cuyo ámbito llenan a medianoche ante el desconcierto de los jóvenes iluminadosy el temor de los vecinos principales ante la chusma de las orillas.
Un cronista relata así el inicio del levantamiento, en el que “Se apeló a los hombres de poncho y chiripá contra los hombres de capa y casaca”:
“Al anochecer del día 5 de abril empezaron a reunirse hombres emponchados y a caballo en los mataderos de Miserere, a la voz del alcalde de barrio don Tomás Grigera, cuyo nombre sólo conocido hasta ese día entre la pobre clase agricultora, principió a ser histórico para este país: a medianoche penetraron por las calles de la ciudad, y antes de venir el día ocuparon la plaza Mayor como mil quinientos hombres, pidiendo la reunión del cuerpo municipal, para elevar por su conducto sus reclamaciones al gobierno.”
Fue, hace 203 años el primer 17 de octubre, con los mismos personajes y los mismos prejuicios en su contra. Era el aluvión zoológico. Eran la gente de las orillas, los descendientes de los viejos “Trinitarios” que fundaron Buenos Aires, (no los del puerto, los “porteños” que se enriquecieron con el contrabando), los habitantes de la periferia llenaban la plaza de la victoria ante el desconcierto de los miembros del Café de Marcos, que ven materializado el “pueblo”, del que tanto hablaron pero que nunca escucharon.
A las doce de la noche, la plaza de la Victoria estaba llena de gentes que rodeaban el edificio del Cabildo en un imponente silencio. Los regidores buscaron la protección de la Fortaleza donde quisieron averiguar, con los miembros de la Junta, el origen y propósitos de la nocturna presencia del pueblo. Como se sabe que está Grigera aparentemente al frente de la pueblada, se lo llama: Vieytes le pregunta en tono conminatorio quién había ordenado la concentración intempestiva y Grigera contesta reposadamente: “El pueblo tiene que pedir cosas interesantes a la Patria”.
El propósito era sustituir la Junta por el gobierno “único” de Saavedra, que mantenía aún su prestigio – ¡pese a todo! – en la masa popular; el vehículo fueron los alcaldes de la periferia, sobre todo Tomás Grigera, alcalde de las quintas, y su intérprete el Dr. Joaquín Campana, abogado de prestigio en las orillas.
Tomás Grigeraera un vecino afincado que ejercía en sus pagos, según V .F. López, “una especie de patriarcado bondadoso y responsable”. Sus modos de hablar y sus conceptos, siempre graves y sentenciosos, revelaban el hábito que había contraído de resolver las contiendas de sus convecinos con máximas de moral y buena ley según las entendía”. El Dr.Joaquín Campana había estudiado derecho y recibido el título en la Universidad de Chile. Plegado a la revolución de Mayo no compartía el desprecio hacia el pueblo de los morenistas. Era nacido en Montevideo en 1783. Había españolizado el apellido irlandés de su padre,Campbell.
El “petitorio”.
“El pueblo de Buenos Aires desengañado a vista de repetidos ejemplos, de que no sólo se han usurpado sus derechos, sino que se trata de hacerlos hereditarios en cierta porción de individuos, que formando una facción de intriga y cábala, quieren disponer de la suerte de las Provincias Unidas, esclavizando a las ambiciones de sus intereses particulares la suerte y la libertad de sus compatriotas, ha resuelto con la energía propia de su carácter proponer a V. E. las siguientes condiciones para que, desbaratando el partido sospechoso,se restituya al pueblo injustamente despojado…”.
Se pedía la expulsión de todos los europeos de cualquier clase y condición que sean “que no acreditasen de modo fehaciente su lealtad al gobierno”, descartándose las “informaciones sumarias” de los alcaldes de la zona céntrica.
La Junta sustituyó la expulsión por un impuesto proporcionaldado las penurias del erario. Sobre cada español de “lealtad sospechosa”, sería llamado Grigera a informar.
¿Quienes los habían Movilizado?
Saavedra en sus memorias dice que ocurrió “sin mi noticia ni conocimiento” (Por eso Mitre, enemigo de las exteriorizaciones populares dice que “es la única revolución de la historia cuya responsabilidad nadie se ha atrevido a asumir” – no sé por que me recuerda al 20 de diciembre del 2001).
Aquello era una eclosión espontánea del pueblo que no había leído el “contrato social” tal vez porque no supiera leer, pero sabía muy bien que había que hacer.
El propósito era cambiar TODA la junta (¿qué se vayan todos?), reemplazándolos por la jefatura exclusiva de Saavedra. (Aún mantenía prestigio entre la gente).
Los Morenistas (Moreno ya había muerto de cólico miserere) llaman en su ayuda al regimiento de la Estrella, comandado por French. Pero no vienen…. se han diluido ante la masiva presencia de los orilleros. Los demás regimientos han abierto la puerta de sus cuarteles, plegándose a la ola popular. De los jóvenes intelectuales del “Café de Marcos no ha quedado ninguno. Los vecinos “de posibles” han atrancado sus puertas.
No obstante los “descamisados” esta vez no obtienen un triunfo plano. Les falta un jefe, y Saavedra no tenía la estatura ni la sensibilidad de jefe,
Acabarán por contentarse con el alejamiento de los morenistas en helicóptero (perdón, tal vez no fuese así). Campana – la figura obscura y sin gloria, según Mitre – toma el lugar de Moreno. Pero la figura obscura y sin gloria esta llamada a escribir una de las páginas más altivas de nuestra historia.
Strangford había pedido a la junta que mandase diputados a Cádiz y Campana contesta ”Estas provincias exigen manejarse por sí mismas. Solo se entraría en colación contra Napoleón si se reconoce su independencia” y “se debe hacer saber al representante de esa nación (Inglaterra) que es preciso que se reconociese la independencia reciproca de toda América, Y que no insista el embajador Inglés en querer darnos de favor lo que se nos debe por justicia”
El 21 de junio la Junta da otro golpe a los ingleses en lo que más les dolía: sus intereses mercantiles. A instancias del consulado prohibió la remisión de géneros ingleses al interior, derogando la disposición de Moreno que lo permitía; también que los extranjeros vendieran sus géneros al menudeo en la capital. No se contentó allí; y como los introductores ingleses, favorecidos por Larrea, demoraban el pago de los impuestos hasta vender sus mercaderías, la Junta ordenó – por pluma de Campana – el 25 de junio que las deudas de los introductores con la aduana tendrían un interés del 6% “sin perjuicio de los apremios y ejecuciones que el administrador de la Aduana estimara convenientes”.
A sus enemigos natos (los jóvenes del café de Marcos y la gente “decente”) los orilleros agregaron el de Strangford y los comerciantes ingleses. Eran enemigos poderosos y no resistiría mucho tiempo.
Fue esta la primera vez que en forma oficial se habló tan concretamente de independencia, lo cual indignó a Strangford que envió de inmediato a Sarratea a Buenos Aires, para que pusiese coto a las “locuras de la chusma de medio pelo” que dominaba al gobierno. Posteriormente Campana fue expulsado de la Junta Grande, por disposición del Comité Patriótico morenista, que a pesar de que muchos de sus miembros sufrían detención o exilio, continuaba siendo un factor preponderante en todas las resoluciones que se adoptaban.
El 11 de setiembre se produjo el golpe. Por eso nuestra plaza 11 se llama así. Ninguna plaza ni calle se llama 6 de abril.
Según una versión familiar, en la noche del 17 de Setiembre el doctor Campana fue secuestrado de su domicilio y llevado detenido a Areco, donde se lo instaló en la cárcel. Al reunirse la Asamblea General Constituyente en 1813 para tratar la organización y gobierno que se daría al país, sancionó una ley que favoreció a todos los incursos en delitos políticos y militares con las únicas exclusiones de Cornelio Saavedra y Joaquín Campana. El presidente, tras muchas vicisitudes, consiguió volver a Buenos Aires y que se lo reivindicara moral y materialmente. Campana no tuvo esa dicha.
LAS MISMAS SEÑORAS GORILAS DE SIEMPRE
El 11 de setiembre hubo tumultos en la plaza: algunos jóvenes y muchas señoras forman corrillos para hablar contra Campana y los compadritos.
Juan José Echevarria dejó en su Diario una nota pintoresca de la agitación política e intervención de las señoras de la clase vecinal en los corrillos públicos.
“Miércoles 18 de septiembre:…son las 4 y acabo de pasar por la plaza… se dice que el objeto principal es quitar a Saavedra y hacer Presidente a Chiclana; y que los diputados se vayan si quieren, o se queden acá para el Congreso… Andan fijando carteles citando para mañana a la elección de diputados y demás.
Vaya algo de lo mucho ocurrido esta mañana: “peroró la Mármol, lo mismo hizo la Angelita, también la Chepa (alias) la Guinda: ésta lloró en la exhortación; también una de las Beruti; fueron concurrentes las Posadas, las de Endara; hubo palmoteos, vivas, bravos, etc.”. (Nota: Las cacerolas eran entonces de barro; poco sonoras y pesadas para las manos femeninas)
Pero la Revolución nacionalista – toda nacionalidad viene del pueblo – iniciada el 25 de mayo y detenida en Buenos Aires, renacería en el interior; Artigas y el pueblo oriental serían sus primeros intérpretes. La nacionalidad Argentina quedó condensada, en su forma política, en una expresión definidora: el federalismo. La “Patria Grande”, liga de las patrias chicas municipales.
Eduardo Rosa – Abril del 2013 -

Malvinas un anacronismo Colonial



El presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez, presento el libro “Malvinas, un anacronismo colonial” compilado por Agustin Romero. De los autores:
Julian Dominguez, Guillermo Carmona, Alberto Aseff, Federico Bernal, Alejandro Betts, Juan Carlos Cantonni, Osvaldo Kreimer, Enrique Manson, Mariano Memolli, Mario Oporto, Federicco Pinedo, Mario Rapaport, Augusto Benjamin Rattenbach, y Hector Marcelo Santos. El ejemplar contiene la Declaración de Ushuaia(2012).

Domínguez destacó que “Malvinas es el mandato que esta generación de dirigentes políticos le debe a la próxima generación. Fue durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner cuando se tomó a la Cuestión Malvinas como política de Estado y se reanudaron las negociaciones por la recuperación de las Islas reafirmando la soberanía nacional y los derechos de la Argentina”.

“Nuestra presidenta ha solicitado en todos los foros internacionales que el Reino Unido acate las Resoluciones de Naciones Unidas”, subrayó, y destacó que “en los últimos años la Argentina ha logrado el respaldo de la comunidad mundial, sobre todo la solidaridad latinoamericana a través de la Unasur, el Mercosur, la OEA, la Celac, el Sica, y en la labor extendida por los más de 90 grupos de apoyo a la Cuestión Malvinas constituidos en los cinco continentes”.

Este libro que cuenta con diversos autores analiza el punto de vista geopolitico, geografico, histórico, social, cultural, en el contexto nacional, latinoamericano e internacional, tambien desde su marco juridico, es un documento amplio con varias visiones y un mismo sentimiento la recuperación de la soberania nacional en territorio legitimamente argentinos. Es un libro homenaje pero es tambien un texto de estudio, un documento político, historico y juridico que reivindica la democracia en aras de la paz.

“Malvinas, un anacronismo colonial” fue editado por el Observatorio Parlamentario Cuestión Malvinas, y es una compilación de artículos que reflejan distintos aspectos de la problemática austral y dan sustento al objetivo de recuperar, defender y promover los intereses argentinos en el Atlántico Sur.

SUPLEMENTO Nº5 PEPE ROSA

SUPLEMENTO Nº5 PEPE ROSA junio 26, 2017 Suplemento especial Nº 5 UNA MUCHACHA DE LOS TOLDOS En 1935, plena Década Infame...