GRACIAS CRISTINA Y HASTA SIEMPRE
A pesar de las bombas
de los fusilamientos
los compañeros muertos
los desaparecidos
no nos han vencido
Hacia 1997 o 1998, yo daba clases de historia argentina del siglo XX en un instituto de formación docente. Se cursaba el último año de la carrera, el cuarto, y los alumnos eran muchachos grandes, que ya habían recibido tres años de formación. Tenían ya un conocimiento más que mediano de nuestra historia. Me conocían a mí –había sido su rector durante todos esos años- y sabían de mi pensamiento político, histórico y social.
No me acuerdo en que circunstancias comenté que me parecía imposible que llegara a ver en vida una Argentina como la que siempre había soñado. Habíamos pasado el horror de la tiranía criminal, el alfonsinismo no había querido o sabido encontrar el rumbo, y vivíamos el triste carnaval del menemismo; las perspectivas no eran las mejores.
Alguna vez, Saúl Ubaldini contó cómo había conocido el mar. Alumno destacado en la escuela primaria, el futuro líder de la CGT ganó un concurso cuyo premio consistía en un viaje a la Colonia Turística de Chapadmalal, cerca de Mar del Plata.
Muchas veces me tocó escuchar cómo chicos contemporáneos míos habían llegado por primera vez a los zapatos de cuero, a la pelota de futbol, a la muñeca, gracias a Evita o a Perón.
Yo viví una niñez de clase media. No en la riqueza, pero tampoco había padecido privaciones. Siempre que los necesité tuve zapatos de cuero, no me faltó la pelota de futbol y, como se puede suponer, sólo mi hermana menor jugaba con muñecas.
Mi adhesión al peronismo surgía de ideas y valores y se había fortalecido con el estudio.
En los últimos años del siglo pasado y los primeros del XXI la catástrofe sufrida por la Argentina fue destruyendo todos y cada uno de los logros de muchos años de construcción. Especialmente de aquello que se había construido entre 1943 y 1955. Y yo sufría –como la gran mayoría- al ver que se alejaba hasta la esperanza de recuperar algo de lo perdido.
En esas circunstancias se produjo aquél diálogo con mis alumnos. Yo creía que no iba a alcanzar a ver Una Patria Grande y un Pueblo Feliz. Ellos trataron de consolarme diciéndome cosas como: Profe, pero usted no es tan viejo. Y el tan sonaba así, resaltado y en negrita. Y yo les contestaba, resignado, Pero no voy a vivir hasta los 100 o 120 años, y nuestra Patria no se va a recuperar antes.
Sin embargo, desde un 25 de mayo de 2003 las cosas empezaron a cambiar, cuando un flaco de la Patagonia anunció que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Y lo empezó a cumplir al día siguiente. Y las cosas siguieron con su mujer.
Y hoy yo también puedo decir que gracias a Néstor y Cristina tuve mis primeros zapatos de cuero. Que no fueron un par: La industria recuperada, el regreso de las paritarias, la jubilación para los viejos que no se tenían aportes, la asignación por hijo, el juicio y castigo a los peores criminales de nuestra historia, la recuperación de YPF y de Aerolíneas Argentina, la Unidad Latinoamericana. Y como para estrujarme el corazón y hacerme llorar a baldes en la Vuelta de Obligado, la recuperación de nuestra Historia.
Hoy estamos tristes por la que deja la presidencia. Sentimos, pese a nuestros años, el vacío y la soledad. Nos preocupa la orientación que ya insinúan los inspiradores del cambio, porque más allá de torpezas menores como las idas y venidas de aguinaldo y el impuesto a las ganancias, hay hechos gravísimos. Ya nos habíamos acostumbrado a que los planes económicos no se presentaran al departamento del Tesoro antes que al pueblo argentino. La canciller anuncia que no hay que asustarse del ALCA y amenaza a Venezuela. Los capos de las grandes empresas ocupan ministerios y los acompaña el hijo del jefe de la que fue CGT oficialista durante la tiranía de 1976.
Pero mañana, o pasado, recuperaremos el ánimo. Recordaremos la consigna popular que hemos mencionado
Hemos pasado momentos peores. Y sí, hubo bombas, hubo fusilamientos, compañeros muertos y desaparecidos, pero siempre renacimos. Porque la vocación de tener una Patria Libre y un Pueblo Feliz no ha muerto ni va a morir nunca.
Y a Cristina le decimos gracias por el regalo de doce años con los que parecía absurdo soñar, y le decimos hasta siempre, porque sabemos que la seguiremos teniendo a la cabeza del pueblo argentino.
Enrique Manson
Diciembre de 2015
A pesar de las bombas
de los fusilamientos
los compañeros muertos
los desaparecidos
no nos han vencido
Hacia 1997 o 1998, yo daba clases de historia argentina del siglo XX en un instituto de formación docente. Se cursaba el último año de la carrera, el cuarto, y los alumnos eran muchachos grandes, que ya habían recibido tres años de formación. Tenían ya un conocimiento más que mediano de nuestra historia. Me conocían a mí –había sido su rector durante todos esos años- y sabían de mi pensamiento político, histórico y social.
No me acuerdo en que circunstancias comenté que me parecía imposible que llegara a ver en vida una Argentina como la que siempre había soñado. Habíamos pasado el horror de la tiranía criminal, el alfonsinismo no había querido o sabido encontrar el rumbo, y vivíamos el triste carnaval del menemismo; las perspectivas no eran las mejores.
Alguna vez, Saúl Ubaldini contó cómo había conocido el mar. Alumno destacado en la escuela primaria, el futuro líder de la CGT ganó un concurso cuyo premio consistía en un viaje a la Colonia Turística de Chapadmalal, cerca de Mar del Plata.
Muchas veces me tocó escuchar cómo chicos contemporáneos míos habían llegado por primera vez a los zapatos de cuero, a la pelota de futbol, a la muñeca, gracias a Evita o a Perón.
Yo viví una niñez de clase media. No en la riqueza, pero tampoco había padecido privaciones. Siempre que los necesité tuve zapatos de cuero, no me faltó la pelota de futbol y, como se puede suponer, sólo mi hermana menor jugaba con muñecas.
Mi adhesión al peronismo surgía de ideas y valores y se había fortalecido con el estudio.
En los últimos años del siglo pasado y los primeros del XXI la catástrofe sufrida por la Argentina fue destruyendo todos y cada uno de los logros de muchos años de construcción. Especialmente de aquello que se había construido entre 1943 y 1955. Y yo sufría –como la gran mayoría- al ver que se alejaba hasta la esperanza de recuperar algo de lo perdido.
En esas circunstancias se produjo aquél diálogo con mis alumnos. Yo creía que no iba a alcanzar a ver Una Patria Grande y un Pueblo Feliz. Ellos trataron de consolarme diciéndome cosas como: Profe, pero usted no es tan viejo. Y el tan sonaba así, resaltado y en negrita. Y yo les contestaba, resignado, Pero no voy a vivir hasta los 100 o 120 años, y nuestra Patria no se va a recuperar antes.
Sin embargo, desde un 25 de mayo de 2003 las cosas empezaron a cambiar, cuando un flaco de la Patagonia anunció que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Y lo empezó a cumplir al día siguiente. Y las cosas siguieron con su mujer.
Y hoy yo también puedo decir que gracias a Néstor y Cristina tuve mis primeros zapatos de cuero. Que no fueron un par: La industria recuperada, el regreso de las paritarias, la jubilación para los viejos que no se tenían aportes, la asignación por hijo, el juicio y castigo a los peores criminales de nuestra historia, la recuperación de YPF y de Aerolíneas Argentina, la Unidad Latinoamericana. Y como para estrujarme el corazón y hacerme llorar a baldes en la Vuelta de Obligado, la recuperación de nuestra Historia.
Hoy estamos tristes por la que deja la presidencia. Sentimos, pese a nuestros años, el vacío y la soledad. Nos preocupa la orientación que ya insinúan los inspiradores del cambio, porque más allá de torpezas menores como las idas y venidas de aguinaldo y el impuesto a las ganancias, hay hechos gravísimos. Ya nos habíamos acostumbrado a que los planes económicos no se presentaran al departamento del Tesoro antes que al pueblo argentino. La canciller anuncia que no hay que asustarse del ALCA y amenaza a Venezuela. Los capos de las grandes empresas ocupan ministerios y los acompaña el hijo del jefe de la que fue CGT oficialista durante la tiranía de 1976.
Pero mañana, o pasado, recuperaremos el ánimo. Recordaremos la consigna popular que hemos mencionado
Hemos pasado momentos peores. Y sí, hubo bombas, hubo fusilamientos, compañeros muertos y desaparecidos, pero siempre renacimos. Porque la vocación de tener una Patria Libre y un Pueblo Feliz no ha muerto ni va a morir nunca.
Y a Cristina le decimos gracias por el regalo de doce años con los que parecía absurdo soñar, y le decimos hasta siempre, porque sabemos que la seguiremos teniendo a la cabeza del pueblo argentino.
Enrique Manson
Diciembre de 2015