Se murió Antonio
Cafiero. Un hecho tan triste como previsible a los 92 años del viejo
compañero. Pero para el Instituto Nacional Manuel Dorrego,
depositario de una tarea, de recuperación, revisión y
reinterpretación de nuestra memoria desde un punto de vista nacional
y popular, es ante un hecho histórico trascendente.
No faltará quien
haga estimaciones numéricas acerca del lugar que Antonio ocupaba
entre los peronistas de ayer y de hoy. No faltará quien se plantee
que era el último histórico, o el penúltimo, u otra cosa.
La partida de
Cafiero es el final de una vida de las que trasciende generaciones,
que junta a los de ayer, con los que venimos transitando hace mucho,
con los intermedios y, sobre todo, con los jóvenes que han vuelto a
la política después de la larga pausa provocada por la tiranía
criminal y por la frivolidad “neoliberal” de los ’90.
En los libros, en
las biografías que inexorablemente se escribirán en el futuro,
estarán las etapas, las innumerables etapas, de la vida política de
quien fue todo, menos aquello a que solía decir con razón que
aspira todo político: presidente de la Nación.
Esas biografías
se detendrán naturalmente en los aciertos y en los errores. En sus
virtudes y en sus defectos. Pero hombres como Cafiero, que han sabido
transitar la historia -¡nueve décadas!- con un compromiso y una
ilusión. La de alcanzar una Argentina Justa, Libre y Soberna, llenan
nuestro corazón con emociones distintas. Para los de mi generación,
por ejemplo, con la que sentimos cuando lo vimos en el balcón al
lado de Alfonsín, el adversario, el que más tarde recitaría el
lamentable Felices pascuas, enfrentando a quienes
reivindicaban a los desaparecedores y torturadores. En el orgullo de
escuchar su discurso al sentarse en la Cámara de Diputados para
reivindicar la defensa de la soberanía económica frente a quienes
se habían quebrado ante los poderosos del mundo.
Y en aquella
tarde de La Plata de 1987, cuando desde su recién asumido cargo de
gobernador bonaerense, dejaba toda pompa de lado para recordarnos que
a la hora de volver a nuestros hogares, resumiéramos las emociones
vividas diciendo a los nuestros, sencillamente: Estuve con Antonio
Enrique
Manson
Miembro
del Instituto Nacional Manuel Dorrego
13 de
octubre de 2014