Hoy
próximos a cumplirse 90 años del Natalicio de Fermín Chávez lo
recordamos con un texto de Pablo Hernández de su libro "Patria
de Escritores"Publicado por la Ediciones Fabro.
Fermín
Chavez
El
matrero del El Pueblito
“Gracias,
Pablo. Yo no me hubiera animado a tanto”.Era en rigor, la frase
pronunciada por Fermín Chávez en la calurosa tarde entrerriana, una
más de su cotidiana pedagogía de la humildad.
El
mérito, si es lo había, era en gran parte suyo. El maestro nacido
en El Pueblito en sus libros, en sus conferencias, en las charlas
mantenidas en el departamento de la calle Chile y en algunos bares de
la Avenida de Mayo o Bernardo de Yrigoyen, era quien me había
impartido la lección: en la historia hay que guapear.
Personalmente
lo conocí-y el detalle no es menor- cuando en 1977 presentó en la
librería Hachette mis Conversaciones con el padre Castellani.
El cura-lo reconoció Fermín en crisis- “era para mí el Maestro”
y le había enseñado, entre otras, estas cosas: “en el 50
iniciamos una correspondencia de la que conservo textos suyos
soberbios. Está él en plena madurez y en ostensible avance. Algunos
le critican sus zafadurías y las bromas pesadas al adversario. El
argentino quiere ruido, cuentas y abalorios, cuando no manjar de olor
fuerte-me dice-.No vaya a creer que aprecio mucho mi poder de hacer
ruido. Lo desprecio, pero sé que aquí es necesario”.
Chávez,
fino entendedor de los mensajes del “díscolo” sacerdote, se
entusiasmó en aquel febrero de 1994 cuando en Federal metimos algo
de “ruido”.
Durante
los días 4,5 y 6 tenía lugar allí, en el escenario Ernesto
Montiel, la decimonovena emisión del Festival Nacional del Chamamé
del Norte Entrerriano. Julio Cáseres, el prodigioso cantor de Los de
Imaguaré que en la noche deleitaría a sus seguidores, fue quien
tuvo la idea de organizar durante el día un ciclo de conferencias en
la escuela local. No se conformaba con la lucidez de su arte y
buscaba el complemento de la razón. Quería que un grupo de
escritores en sucesivas charlas intercaladas por la actuación de
conjuntos chamameceros del pueblo, explicáramos las causas
culturales e históricas que en dicha región habían otorgado un
lugar de privilegio a ese género musical. Con esta propuesta
continuaba, por otra parte, por el camino elegido mucho años antes y
que había sintetizado en un reportaje en 1980: “en la medida que
crece la necesidad de la gente joven de expresarse responsablemente,
trasciende cada vez más la necesidad de proyectar nuestra identidad
y no convertirnos cada día en aculturados. Respetar lo tradicional
no significa quedarse a recordar únicamente o a tocar los
instrumentos exactamente como lo hacían los músicos de antes.
Debemos ser fieles a nuestra realidad porque es así como vamos a
comunicarnos con la gente de nuestro tiempo”.
En el
disco compacto o sobre el escenario es donde manifestaron, además,
su fidelidad a esta propuesta. Supieron Los de Imaguaré, cuando fue
necesario, rendir su tributo al pionero Mario Millán Medina que en
sus mejores composiciones reflejó paisaje y paisanaje con un humor
que a veces hacía recordar al del pintor Florencia Molina Campos.
En otros momentos -y con pluma de paí Julián Zini como
centro-protagonizaron junto a Teresa Parodi y a Antonio Tarragó Ross
el ascenso de una poética chamamecera que, antes de ellos, casi
siempre había estado por debajo dela calidad musical del género.
Es en
Amarillo, por ejemplo, donde encontramos de la mano a la poesía y a
la profundidad; “si asumimos nuestra historia/ y renegamos de
aquello/ que fue afrenta y atropello/ nos queda un triple valor:/ la
Itatí que nos hermana,/ el mate que es compartir,/ y el chamame que
es vivir/ la vida, gracias a Dios¡”.
A la
dureza impuesta le responde liberadora, entonces, la memoria de un
pasado que se transforma en batallador presente: “nos maniataron de
cuerpo y alma/ con la pobreza como un payé.../ para los nietos queda
la historia,/ la Itatí, el mate y el chamamé”.
El
mismo Zini, pero en Soy Región, fue el que explicó que, “chamame
adentro, soy Federal”. Y allí en Federal, en la escuela provincial
número 44 disonantemente llamada Domingo Faustino Sarmiento,
convocados por la fama de Julio Cáseres y Fermín Chávez y mientras
el mate circulaba entre los presentes, además de los nombrados
dieron su charla los poetas locales Víctor Seri y Roberto Romani,
los historiadores correntinos Miguel Angel Barrios y Salvado Cabral y
quien esto escribe llegado desde la provincia de Buenos Aires.
Fue en
la peña El rincón de los amigos, en un almuerzo en donde el asado
con cuero competía con los fideos con vizcacha en la preferencia de
los presentes, que Julio lanzó una segunda propuesta. Era de fondo,
aunque para un público necesariamente limitado, cada una de las
exposiciones que en el colegio dábamos los escritores. Fue una
carilla, en cambio, la que nos requirió para leer a la noche, desde
el escenario, teniendo como telón distintos fragmentos de chamamés
clásicos que interpretaría su conjunto ante diez mil personas que
colmarían el festival.
Finalizado
el almuerzo- y sin abandonar los vasos de vinos tinto- los presentes
nos dirigimos a una pieza continua para encarar la tarea aunque yo,
por ser periodista, fui elegido para sentarme frente a la
desvencijada máquina de escribir que nos sacaría del apuro.
Conviene transcribir, desde luego, algunos párrafos del contundente
documento final. En él declarábamos que “la filiación de nuestro
particularismo cultural y la necesaria apertura a otros modos de ser,
es el camino genuino de aporte a la cultura universal” y “en tal
sentido, como integrantes del pueblo latinoamericano de tradición
cristiana, afirmamos los valores de solidaridad, de fraternidad,
sentido festivo y de pertenencia y búsqueda de lo trascendente”.
Por ello “invitamos, entonces, a nuestros gobernantes,
intelectuales, artistas, educadores, comunicadores sociales, y al
pueblo en general, a unirnos en la tarea de dar respuestas al mundo
del presente desde nuestros orígenes culturales. Para ello,
consideramos necesario sostener y recrear aquello espacios donde
vienen siendo posibles nuestras manifestaciones culturales, creando,
a la vez, nuevos ámbitos para el desarrollo integral de nuestro modo
de ser”.
El
párrafo siguiente plasmaba la inquietud de Julio Cásares que todos
compartíamos:”sostenemos, en tal sentido, la necesidad de
convivencia del hecho cultural y la reflexión que tal actividad
genera”. El final aunque prudente, optaba por la esperanza: “con
la humildad del que sugiere, y con el orgullo de sentirnos
protagonistas de este tiempo histórico de integración, levantamos
la bandera de la unidad y esperanza junto al hondo latir musical de
nuestro pueblo para regar el sueño de nuestros mayores, confiados en
la venturosa aurora de nuestros hijos”.
El
texto, de elaboración y redacción colectiva fue firmado en el
siguiente orden: Julio Cáseres(Corrientes), Fermín Chávez (Entre
Ríos), Pablo Hernández (Buenos Aires), Víctor Seri (Entre Ríos),
Polo Nuñez (Formosa), Colón Rivero (Entre Ríos), Jorge Esteban
López (Entre Ríos )y Salvador Cabral, Elida Vigo y Miguel Barrios
por Misiones, provincia donde se desempeñaban, aunque los dos
nombrados eran correntinos y Elida Sanjuanina. El aplauso que coronó
la lectura fue estruendoso y la modulación de Julio Cásares que
supo dar tono poético a la declarativa prosa, sumado al vigoroso
respaldo musical de Los de Imaguaré, tuvieron mucho que ver, nos
parece, con la reacción del público. No está de más recalcar, sin
embargo, que una propuesta político cultural como la presentada fue
masivamente respaldada por un público que entiende lo propio en su
dimensión profunda y universal, tan lejos del chauvinismo
tradicionalista como de la frivolidad mediática que apabulla desde
la pantalla, el micrófono y el papel.
Un
detalle del documento que hemos obviado hasta ahora es, precisamente,
el que conmovió a Fermín. Ya estaba el texto definitivo redactado,
faltando sólo pasarlo en limpio, cuando surgió la necesidad de
ponerle un título. Fue entonces cuando dije, sereno, “como estamos
en Entre Ríos, no estaría mal ponerle Pronunciamiento Federal”.El
”gracias, Pablo. Yo no me hubiera animado a tanto” que
inmediatamente surgió de la boca de Chávez clausuró cualquier
posibilidad de polémica e inmediatamente fue aprobado por los
firmantes.
El
“ruido” que según Castellani es apetecido por los argentinos,
había estallado en la noche Federal siendo bien recibido por el
pueblo que premió con su aplauso a quienes se animaban a instalar un
debate que no se detenía en lo musical sino que reclamaba espacios
para la profundización y el desarrollo de la identidad cultural. En
este aspecto había coincidido, por supuesto, los redactores. No
estoy tan seguro, sin embargo, de que todos fueran conscientes de que
con el título estábamos metiendo “ruido” también dentro del
revisionismo histórico. Éramos todos en mayor o en menor grado,
admiradores de don Juan Manuel de Rosas y algunos, al menos, de su
soberana postura frente a la intervención anglo-francesa de 1845.
Pero el “pronunciamiento” del título era también un homenaje
indirecto que calaba hondo en los matices del revisionismo y en las
visiones historiográficas de los entrerrianos. De esta provincia
eran, está claro, el Supremo Pancho Ramírez y Ricardo López
Jordán. No menos entrerriano era también, sin embargo, don Justo
José de Urquiza, el vencedor de Casero aunque sería inexacto y
mentiroso limitar su acción a ese punto. Urquiza había sido un
federal severo que en Pago Largo, por ejemplo, había hecho sentir su
rigor a los correntinos de Berón de Astrada. Eran gauchos
urquicistas, por otra parte, no poco de los combatientes de la Vuelta
de Obligado, Antonio Rivero entre ellos, un sargento de Patricios que
por edad y por lugar de nacimiento podría ser el mismo gaucho que
combatió a los ingleses en las Islas Malvinas, tal como lo insinuó
Fermín en una nota escrita durante el conflicto de 1982. Pero fue
Chávez, además, el que rescató en 1976 en un Cuaderno de Crisis a
los escritores de la Confederación cuando está tenía su capital en
Paraná y Buenos Aires se había voluntariamente segregado de la
patria. Es Fermín Chávez, por otra parte, quien en 1956, en los
días que la Revolución Libertadora implantaba el terror en la
Argentina, el que escribió un párrafo contundente y definitorio:
“en
su nota interior más profunda, las crisis argentinas son
ontológicas, luego morales y después políticas y económicas. Las
subestructuras que sostienen a partir de Pavón nuestra República
Mercantil tienen el aliento del racionalismo unitario”.
Es en
Pavón y no en Caseros, según se deduce de lo citado, nuestra mayor
derrota interna, al menos, hasta la de 1955. Que ambos hechos están
combinados lo muestra además la circunstancia que el último de los
párrafos citados forma parte de Civilización y barbarie en la
historia de la cultura argentina, el libro que publica para combatir
a quienes se habían encaramado en el poder luego del golpe de estado
del 16 de septiembre de 1955 que derrocara al presidente Juan Domingo
Perón y junto con él a la democracia.
En el
2004, coherente, Fermín Chavez, seguía metiendo “ruido”: “así
como Carlos Marx fue un matrero de la cultura, lo fue también este
Johann Gottfried Herder, guapo ante la teología iluminista a la que
refutó”. Fermín, también guapo, insiste con su heterodoxia
nacional:”a mediados de la década de 1830 Esteban Echeverría
trajo de Francia obras de Jean Luis Eugené Leminier, por quien pudo
conocer a Juan Bautista Alberdi a Friedrich K. Von Savigny y a
Herder.Desde entonces esté no les faltó a los argentinos, hasta el
presente”.Luego en 1837 “muchos herderianos”-son sus palabras-
posibilitan una interesante lista:”Marcos Sastre, Félix Frías,
Juan Llerena, Manuel A. Sáez, José Hernández, Carlos O. Bunge,
Ernesto Quesada, José Gabriel, Rodolfo M. Agoglia, Jorge H. Zucchi,
Rafael Carrizo, Eugenio Pucciarelli, Saúl A. Taborda, René Orsi y
participantes del Primer Congreso de Filosofía, en 1949”.
De
aquel encuentro Federal me quedó también de Fermín la dedicatoria
manuscrita que estampó en un ejemplar de su antología Aquí me
pongo a cantar: “a Pablo Hernández, recuerdo cordial y el homenaje
desde el alma”. Otra enseñanza aún más definitiva- incluida en
Porque esto tiene otra llave-es, no obstante, la que más
presente tengo en éste y otros momentos. El la escribió en 1979. Es
en el 2011, en cambio, cuando yo se la robo y se la aplico:”Ahora
que sus huesos están quietos, como diría Séneca, después de tanta
milicia docente y tanto devenir impune, me doy cuenta, pensando en
él, cuán tamaña es la verdad pronunciada por el griego que
dijo:'la muerte jamás pone fin a ninguna existencia'. Y el griego
era Empédocles, uno a quien Fermín Chávez mucho quería”.
Fuentes
Cásares,
Julio; en Piñeyro, Enrique; Pe Henducero, 20 años de canto
Imaguaré; Camino Real; 1997.
Chávez
Fermín; Aquí me pongo a cantar, Pueblo Entero; 1994.
Civilización
y barbarie en la historia de la cultura argentina; Theoría:
1965.
Herder,
el alemán matrero; Nueva Generación; 2004.
Profeta
de una patria carnal; Crisis; mayo de 1976.
Porque
esto tiene otra llave; Pueblo Entero; 2000.
Pronunciamiento
Federal; Peña El Rincón de los Amigos; Federal; 5 de febrero de
1994.
Zini,
Julián: El árbol de nuestra identidad; Patria Grande; 2005.