DOS
HUELGAS DE ABRIL
Patricia
Bullrich, dijo a los diarios: "no
es bueno un paro general". Consideró que se trata de "una
medida excepcionalísima. Hoy hay paritarias para que los gremios
discutan sus salarios. Reconozco que hay inflación y deteriora el
bolsillo de los trabajadores, pero un paro general no es solución".
La que
fuera ministra de Trabajo – ¡el ministerio de Perón!- cuando De
la Rúa rebajó en un 13% sueldos y jubilaciones, no se equivocaba.
Un paro general es una medida excepcional, sólo utilizable en
circunstancias muy especiales, como fueran aquellas que la argentina
sufría en abril de 1979.
Hace
tres años, el ahora opositor Hugo Moyano evocaba, en el Día de los
Trabajadores, los recuerdos que nos había traído el 27 de abril.
Además de la evocación triste de los seis meses de la partida de
Néstor Kirchner y del orgulloso recuerdo del octavo aniversario de
la fecha en que nuestro país reinició su camino de grandeza dejando
atrás un cuarto de siglo nefasto, trajo a la memoria aquel 27 de
abril de 1979, cuando se lanzó la primera huelga general contra la
tiranía criminal.
10
de abril de 2014
En
este abril, el recontra
alcahuete (Barrionuevo
dixit)
de Carlos Menem –de quien nadie sabe si cumplió con su compromiso
de dejar de robar por dos años- se ha juntado con quien en 2011
lamentaba la pérdida del presidente patagónico, y con los que por
creer que lo bueno
es enemigo de lo mejor,
le siguen sacando la escalera al que pinta la mayor parte de la pared
y deja para cuando pueda el pintar la porción más cercana al techo.
Estos llenan de piquetes
de
veinticinco o treinta integrantes cada uno las entradas de Buenos
Aires. El camionero logra que se detenga el transporte público, y el
gastronómico aprieta a sus mozos y camareras para entre todos dar la
sensación de un país detenido. No parece, esta huelga contra las
paritarias en marcha, la asignación universal por hijo o la
recuperación de YPF, semejante a otros abriles huelguistas en que
los trabajadores se jugaban por sus derechos den
de veras
arriesgando el pellejo sin exageración.
27
de abril de 1979
Los
hombres del 24 de marzo habían creído que sería fácil terminar
con el sindicalismo peronista. No comprendieron que, más allá de
sus defectos y de la claudicación de algunos dirigentes, éste
cumplía con una tarea de representación y de defensa de los
intereses de los trabajadores. Y los trabajadores lo sabían.
La
dictadura derogó la ley de Contrato de Trabajo y secuestró y
asesinó a su inspirador, Norberto Centeno. Las 62 Organizaciones
Peronistas fueron prohibidas y la CGT también. Se eliminó el
derecho de huelga, las obras sociales fueron separadas de los
sindicatos Se trataba de domesticar a la clase obrera para
implementar el plan
económico de las Fuerzas Armadas.
La política de Martínez de Hoz cumplió con su objetivo de superar
el conflicto social mediante la desaparición física de uno de sus
términos. Para que no hubiera obreros rebeldes había que destruir
la industria. Mientras las mazmorras se llevaban a quienes
representaban alguna forma de resistencia, la caída del salario a la
mitad de su valor de marzo de 1976 y el crecimiento de los índices
de desocupación, desangraron a la clase media baja y a los
trabajadores. La población asalariada, que en 1975 superaba los
6.000.000 de personas, cayó a menos de 5.000.000 en 1982.
La
guerrilla, pretexto del golpe, no daba señales de vida. Los
políticos mantenían el silencio, y el movimiento obrero parecía
domesticado. Fuera de los moderados desplantes del sector de los
25,
sólo el grupo de locas
que
se reunían los jueves en Plaza de Mayo para demandar la aparición
de sus hijos parecía romper la uniformidad.
El
éxito del Mundial, con las multitudes en la calle y con Videla
vitoreado en el balcón, hizo vivir a los déspotas la sensación de
una inesperada popularidad. El conflicto con Chile había fomentado
un nacionalismo agresivo de cortas miras. Cuando la intervención
papal evitó la guerra, la sensatez predominó, y se vivió el alivio
de la lucha evitada, completando –aún contradictoriamente- un año
positivo.
Los
trabajadores seguían soportando la caída de sus salarios y el
crecimiento del desempleo, así como la aplicación de normas
laborales que ignoraban las más elementales conquistas.
En
los últimos días de 1978, los 25
organizaron en la Capital Federal una cena a la que asistieron los
agregados laborales de Estados Unidos y Alemania Federal, y
representantes de la ORIT. El dirigente
cervecero Saúl
Ubaldini leyó un documento en que se reclamaba el restablecimiento
de la Ley de Asociaciones Profesionales, y la legislación del
trabajo abolida. Se atacaba a la política económica y se reclamaba
la recuperación de los salarios. Las obras sociales debían ser
devueltas a los trabajadores, previa su recomposición económico
financiera. En lo político, se rozaba lo que los militares
consideraban una insurrección: el documento reclamaba el
restablecimiento de la democracia, con justicia social.
Los
25
iniciaron su ofensiva poniendo “en estado de alerta a todo el
movimiento obrero.” y avanzaron hacia el paro general. El 21 de
abril, se reunieron en el sindicato de molineros, y convocaron a la
Jornada de Protesta Nacional que se realizaría el 27 para lograr la
“restitución del poder adquisitivo de los salarios y la plena
vigencia de la ley de convenciones colectivas de trabajo, oponiéndose
a la reforma de la Ley de Asociaciones Profesionales y de Obras
Sociales y exigiéndose la normalización y libertad sindical.”
El
general Reston, ministro de Trabajo, convocó a los dirigentes para
dialogar en el Ministerio. La policía los fue capturando a medida
que salían de la reunión. Sin embargo, se había creado un comité
de huelga en la clandestinidad. Las organizaciones internacionales
reclamaron al gobierno la libertad de los apresados. Lo mismo
hicieron el partido Justicialista y la UCR, aunque ambos evitaron
involucrarse con la huelga.
El
paro afectó al cordón industrial del Gran Buenos Aires y a
industrias del interior. También adhirieron los ferrocarriles Roca,
Mitre y Sarmiento. No existió prácticamente en el comercio ni entre
los empleados públicos. De todos modos, significó un cambio
cualitativo en la lucha sindical contra el régimen. La dictadura
mantuvo detenidos hasta mediados de julio a los dirigentes de los 25,
pero incluso las formas de represión, aún siendo duras, mostraban
que algo empezaba a cambiar.
Enrique
Manson
10
de Abril de 2014