Suele decirse que
José María Rosa fue el creador del revisionismo histórico o, con mejores
razones, el gran divulgador de esa corriente que denunciaba la falacia
de la Historia Oficial. Sería más apropiado señalar que con él, la interpretación revisionista de nuestro pasado puso al pueblo como protagonista principal.
Fue, desde el primer momento, uno de los principales representantes de
esta corriente. Pero fue la experiencia peronista, y su propio
compromiso personal, lo que lo llevó al riesgo de ser fusilado, y al
exilio en Uruguay y España, donde completaría la formación de su
personalidad de historiador y de político.
Abogado a los 20 años y
luego de un breve ejercicio de la profesión y de desempeñarse como juez
de instrucción, se volcó al conocimiento y a la enseñanza de nuestro
pasado. Ya en su etapa de juez, trató, como él mismo recordaba, de “dar a
cada uno lo suyo, según su ciencia y su conciencia.
Tras una etapa
en la Democracia Progresista, en los años treinta, cuando aún no había
descubierto la soberanía popular, se encontró con el pueblo real. Nacido
y criado en un ambiente antiyrigoyenista –es decir contrario a lo
popular- y anti federal, lo que lo acercaría a la historia oficial, su
amor a nuestra historia y su profundo patriotismo lo hicieron descubrir
en Rosas al defensor de la Soberanía. Al héroe de Obligado. Al que no
aflojó un tranco de pollo a los imperios gringos y que se ganó el sable
de San Martín. Participó de la fundación del "Instituto de Estudios
Federalistas".
Un 17 de octubre se encontró con “mi gente (la que)
sentía la vida como yo, tenía mis valores, no se manejaba por palabras
sino por realidades: era el pueblo, era mi pueblo, era el pueblo
argentino… Comprendí dónde estaba el nacionalismo. Me vi multiplicado en
mil caras, sentí la inmensa alegría de saber que no estaba sólo, que
éramos muchos”.
Y desde entonces marchó junto a ese pueblo.
Comprendió que se había cumplido la profecía de Fierro “Hasta que venga
algún criollo en esta tierra a mandar”, y se abrazó a esa causa con el
fervor que lo llevaría a la cárcel, al exilio y a ser hombre de
confianza de Perón.
En 1942 publicó su primer obra de historia
argentina, "Defensa y Pérdida de nuestra independencia Económica". A
éste seguirían "Nos Los Representantes del Pueblo", "La Misión García
ante Lord Strangford" y "El Cóndor Ciego".
La llamada "Revolución
Libertadora" lo encarceló por haber dado refugio a su amigo John W.
Cooke y por corromper a la juventud con su "rosismo". Salió para militar
en el trágico intento del General Valle el 9 de junio de 1956, y la
reacción gorila lo buscó para fusilarlo, pero consiguió exiliarse en
Montevideo y luego en España. Allí publicó “Del Municipio Indiano a la
Provincia Argentina”, y su monumental “La Caída de Rosas”.
Vuelto a
la Patria, se hizo cargo del Instituto Juan Manuel de Rosas y fue parte
de le Resistencia Peronista, convirtiéndose en uno de sus referentes más
respetados y queridos. Es en ese período que el peronismo tomó con
entusiasmo las banderas revisionistas y las hizo suyas. De esa época son
sus libros "Rivadavia y el Imperialismo Financiero" y "Francisco Solano
López y las montoneras Argentinas", lo que le ganó el corazón de los
paraguayos.
El 17 de noviembre de 1972 integró la comitiva que
acompañó el retorno de Peróni. Para entonces ya se había publicado su
clásica Historia Argentina. Tras el golpe de 1976, regresó a Buenos
Aires, donde sus libros eran retirados de las bibliotecas y su nombre
puesto en un "cono de silencio". Pero el viejo luchador no se resignaba a
quedarse de brazos cruzados. Ya viejo, dirigió la revista Línea "la voz
de los que no tienen voz”, con el propósito de mantener la llama del
pensamiento nacional y mostrar que subyacía otra Argentina llamada a
renacer.
Los chacales no se atrevieron a desaparecerlo, pero así
como se había jugado la vida con Valle contra los fusiladores de 1956,
seguía poniéndose en la línea de fuego, cuando los dirigentes políticos
actuaban con comprensible prudencia.
Ahora, cuando más vivimos los
valores que defendió, los hombres de la historia establecida lo quieren
condenar al peor castigo que puede sufrir un historiador: borrarlo de
la memoria. Pero si nuevamente han venido un criollo, y una criolla
–antiguos discípulos suyos- “en esta tierra a mandar”, como anunciaba
Martín Fierro, es hora de rescatar aquel reconocimiento que, en 1969, le
hiciera el propio Perón: “los argentinos tenemos con usted una inmensa
deuda de gratitud, por habernos puesto en el verdadero camino de la
Historia Patria y habernos evitado la vergüenza de seguir transitando
entre falsedades e injusticias.”
Es propósito de la Biblioteca y
Centro Documental José María Rosa la recuperación y la reflexión sobre
la obra y el pensamiento de Don Pepe Rosa, y con él, el de otros
pensadores de la corriente revisionista popular como Fermín Chávez,
Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde, René Orsi, Vicente Sierra,
Gabriel Puentes, y su difusión a través de publicaciones y de la
actividad de la Cátedra Libre de Historia Nacional José María Rosa, en
el marco del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e
Iberoamericano Manuel Dorrego.
(Con importantes elementos aportados por el hijo del prócer, Eduardo Rosa)
La finalidad de la Biblioteca JOSÉ MARÍA ROSA es estudiar, investigar y difundir la vida y la obra de HISTORIADOR y circunstancias destacadas de nuestra historia que no han recibido el reconocimiento adecuado en un ámbito institucional de carácter académico, acorde con las rigurosas exigencias del saber científico.
miércoles, 5 de marzo de 2014
Biblioteca José María Rosa
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