Conforme
a lo dispuesto por la junta el 27 de mayo, se pide a los cabildos de
las provincias que envíen diputados Pero al ir llegando estos, a
principios de 1811 los ilustrados ven peligrar sus planes, pues los
“provincianos” no traían las mismas ideas iluministas que ellos.
Moreno dice que lo dispuesto el 27
de mayo era“fruto de la inexperiencia”. La orgullosa Buenos Aires
no iba a compartir el poder con provincianos. Los morenistas
conspiraban; contaban con el Club (del café de Marcos) y el
regimiento “la Estrella”. La ingenuidad de Saavedra no le
permitía sospechar de estos ni tampoco que una fuerza oculta y
poderosa – la masonería cuyo conductor era el Dr. Julián Álvarez
– acababa de unir a los jóvenes morenistas con los “viejos”
del cabildo en una común repulsa contra los provincianos.
Un técnico, por regla general
conoce muy bien el árbol pero es incapaz de ver el bosque. Para eso
hace falta un político, y Moreno era más técnico que político. Si
toda su inteligencia indiscutible y toda su energía arrolladora la
hubiese puesto en la auténtica revolución americana, que nada tenía
que ver con “La ciudad Perfecta” de Rousseau” hubiera dado
excelentes frutos. Moreno era un hombre de gabinete. Le faltaba
estaño. Tal vez su juventud le impidiese escuchar a otros
menos dotados pero con más receptividad sobre lo que la gente piensa
y quiere y no sabe expresar. Moreno tenía muchas virtudes, pero le
faltaban dotes de Jefe. Ese jefe popular que interpreta lo que
quiere la gente, ese jefe que no existió en los primeros días de la
revolución. Porque Saavedra, en el cual el pueblo confiaba, no tenía
la estatura requerida.
Por eso el pueblo, entusiasta al
principio fue cayendo en una atónita indiferencia. Veía a los
revolucionarios en obscuras conversaciones con los ingleses, que no
eran tan ocultas, ya que oficiales del Misletoe, el Martine y el
Pitt, buques ingleses en el puerto de Buenos Aires conversaban con
las autoridades recientemente impuestas.
Y al pueblo se lo dejaba de lado,
porque “era “una multitud privada de luces que solo piensa en sus
primeras necesidades” o era el “vulgo que solo se condice por lo
que ve”. (Palabras del reciente decreto de supresión de honores).
Y oía que la junta recibía precisas instrucciones del embajador
inglés ante la corte de Río de Janeiro.
¿Ese era el precio necesario para
conseguir la libertad?
Lord Strangford, el embajador gringo
maniobraba para que no se rompiesen los vínculos con España, ya que
necesitaban que la península se ocupase de Napoleón y no de
reprimir la sublevación americana. Para eso necesitaban autoridades
adictas, como parecían ser muchos porteños.
LOS ORILLEROS(se conoce en la
historia oficial como la “Asonada”)
Inesperada, sorpresivamente,
sobreviene el levantamiento de las orillas que dará una fugaz
tintura de pueblo a la Revolución.
A las once de la noche del sábado 5
de abril se sabe que grupos de quinteros y arrabaleros, casi todos
con su caballo, se juntan en diversos lugares de la periferia de la
ciudad. En silencio iban rumbo a la plaza de la Victoria cuyo ámbito
llenan a medianoche ante el desconcierto de los jóvenes iluminadosy
el temor de los vecinos principales ante la chusma de las orillas.
Un cronista relata así el inicio
del levantamiento, en el que “Se apeló a los hombres de poncho y
chiripá contra los hombres de capa y casaca”:
“Al anochecer del día 5 de abril
empezaron a reunirse hombres emponchados y a caballo en los mataderos
de Miserere, a la voz del alcalde de barrio don Tomás Grigera, cuyo
nombre sólo conocido hasta ese día entre la pobre clase
agricultora, principió a ser histórico para este país: a
medianoche penetraron por las calles de la ciudad, y antes de venir
el día ocuparon la plaza Mayor como mil quinientos hombres, pidiendo
la reunión del cuerpo municipal, para elevar por su conducto sus
reclamaciones al gobierno.”
Fue, hace 203 años el primer 17 de
octubre, con los mismos personajes y los mismos prejuicios en su
contra. Era el aluvión zoológico. Eran la gente de las
orillas, los descendientes de los viejos “Trinitarios” que
fundaron Buenos Aires, (no los del puerto, los “porteños” que se
enriquecieron con el contrabando), los habitantes de la periferia
llenaban la plaza de la victoria ante el desconcierto de los miembros
del Café de Marcos, que ven materializado el “pueblo”, del que
tanto hablaron pero que nunca escucharon.
A las doce de la noche, la plaza de
la Victoria estaba llena de gentes que rodeaban el edificio del
Cabildo en un imponente silencio. Los regidores buscaron la
protección de la Fortaleza donde quisieron averiguar, con los
miembros de la Junta, el origen y propósitos de la nocturna
presencia del pueblo. Como se sabe que está Grigera aparentemente
al frente de la pueblada, se lo llama: Vieytes le pregunta en tono
conminatorio quién había ordenado la concentración intempestiva y
Grigera contesta reposadamente: “El pueblo tiene que pedir cosas
interesantes a la Patria”.
El propósito era sustituir la Junta
por el gobierno “único” de Saavedra, que mantenía aún su
prestigio – ¡pese a todo! – en la masa popular; el vehículo
fueron los alcaldes de la periferia, sobre todo Tomás Grigera,
alcalde de las quintas, y su intérprete el Dr. Joaquín Campana,
abogado de prestigio en las orillas.
Tomás Grigeraera un vecino afincado
que ejercía en sus pagos, según V .F. López, “una especie de
patriarcado bondadoso y responsable”. Sus modos de hablar y sus
conceptos, siempre graves y sentenciosos, revelaban el hábito que
había contraído de resolver las contiendas de sus convecinos con
máximas de moral y buena ley según las entendía”. El Dr.Joaquín
Campana había estudiado derecho y recibido el título en la
Universidad de Chile. Plegado a la revolución de Mayo no compartía
el desprecio hacia el pueblo de los morenistas. Era nacido en
Montevideo en 1783. Había españolizado el apellido irlandés de su
padre,Campbell.
El “petitorio”.
“El pueblo de Buenos Aires
desengañado a vista de repetidos ejemplos, de que no sólo se han
usurpado sus derechos, sino que se trata de hacerlos hereditarios en
cierta porción de individuos, que formando una facción de intriga y
cábala, quieren disponer de la suerte de las Provincias Unidas,
esclavizando a las ambiciones de sus intereses particulares la suerte
y la libertad de sus compatriotas, ha resuelto con la energía propia
de su carácter proponer a V. E. las siguientes condiciones para que,
desbaratando el partido sospechoso,se restituya al pueblo
injustamente despojado…”.
Se pedía la expulsión de todos los
europeos de cualquier clase y condición que sean “que no
acreditasen de modo fehaciente su lealtad al gobierno”,
descartándose las “informaciones sumarias” de los alcaldes de la
zona céntrica.
La Junta sustituyó la expulsión por
un impuesto proporcionaldado las penurias del erario. Sobre cada
español de “lealtad sospechosa”, sería llamado Grigera a
informar.
¿Quienes los habían Movilizado?
Saavedra en sus memorias dice que
ocurrió “sin mi noticia ni conocimiento” (Por eso Mitre, enemigo
de las exteriorizaciones populares dice que “es la única
revolución de la historia cuya responsabilidad nadie se ha atrevido
a asumir” – no sé por que me recuerda al 20 de diciembre del
2001).
Aquello era una eclosión espontánea
del pueblo que no había leído el “contrato social” tal vez
porque no supiera leer, pero sabía muy bien que había que hacer.
El propósito era cambiar TODA la
junta (¿qué se vayan todos?), reemplazándolos por la
jefatura exclusiva de Saavedra. (Aún mantenía prestigio entre la
gente).
Los Morenistas (Moreno ya había
muerto de cólico miserere) llaman en su ayuda al regimiento de la
Estrella, comandado por French. Pero no vienen…. se han diluido
ante la masiva presencia de los orilleros. Los demás regimientos
han abierto la puerta de sus cuarteles, plegándose a la ola popular.
De los jóvenes intelectuales del “Café de Marcos no ha quedado
ninguno. Los vecinos “de posibles” han atrancado sus puertas.
No obstante los “descamisados”
esta vez no obtienen un triunfo plano. Les falta un jefe, y Saavedra
no tenía la estatura ni la sensibilidad de jefe,
Acabarán por contentarse con el
alejamiento de los morenistas en helicóptero (perdón, tal vez no
fuese así). Campana – la figura obscura y sin gloria,
según Mitre – toma el lugar de Moreno. Pero la figura obscura y
sin gloria esta llamada a escribir una de las páginas más altivas
de nuestra historia.
Strangford había pedido a la junta
que mandase diputados a Cádiz y Campana contesta ”Estas provincias
exigen manejarse por sí mismas. Solo se entraría en colación
contra Napoleón si se reconoce su independencia” y “se debe
hacer saber al representante de esa nación (Inglaterra) que es
preciso que se reconociese la independencia reciproca de toda
América, Y que no insista el embajador Inglés en querer darnos
de favor lo que se nos debe por justicia”
El 21 de junio la Junta da otro
golpe a los ingleses en lo que más les dolía: sus intereses
mercantiles. A instancias del consulado prohibió la remisión de
géneros ingleses al interior, derogando la disposición de Moreno
que lo permitía; también que los extranjeros vendieran sus géneros
al menudeo en la capital. No se contentó allí; y como los
introductores ingleses, favorecidos por Larrea, demoraban el pago de
los impuestos hasta vender sus mercaderías, la Junta ordenó – por
pluma de Campana – el 25 de junio que las deudas de los
introductores con la aduana tendrían un interés del 6% “sin
perjuicio de los apremios y ejecuciones que el administrador de la
Aduana estimara convenientes”.
A sus enemigos natos (los jóvenes
del café de Marcos y la gente “decente”) los orilleros agregaron
el de Strangford y los comerciantes ingleses. Eran enemigos poderosos
y no resistiría mucho tiempo.
Fue esta la primera vez que en forma
oficial se habló tan concretamente de independencia, lo cual indignó
a Strangford que envió de inmediato a Sarratea a Buenos Aires, para
que pusiese coto a las “locuras de la chusma de medio pelo” que
dominaba al gobierno. Posteriormente Campana fue expulsado de la
Junta Grande, por disposición del Comité Patriótico morenista, que
a pesar de que muchos de sus miembros sufrían detención o exilio,
continuaba siendo un factor preponderante en todas las resoluciones
que se adoptaban.
El 11 de setiembre se produjo el
golpe. Por eso nuestra plaza 11 se llama así. Ninguna plaza ni calle
se llama 6 de abril.
Según una versión familiar, en la
noche del 17 de Setiembre el doctor Campana fue secuestrado de su
domicilio y llevado detenido a Areco, donde se lo instaló en la
cárcel. Al reunirse la Asamblea General Constituyente en 1813 para
tratar la organización y gobierno que se daría al país, sancionó
una ley que favoreció a todos los incursos en delitos políticos y
militares con las únicas exclusiones de Cornelio Saavedra y Joaquín
Campana. El presidente, tras muchas vicisitudes, consiguió volver a
Buenos Aires y que se lo reivindicara moral y materialmente. Campana
no tuvo esa dicha.
LAS MISMAS SEÑORAS GORILAS DE
SIEMPRE
El 11 de setiembre hubo tumultos en
la plaza: algunos jóvenes y muchas señoras forman corrillos para
hablar contra Campana y los compadritos.
Juan José Echevarria dejó en su
Diario una nota pintoresca de la agitación política e intervención
de las señoras de la clase vecinal en los corrillos públicos.
“Miércoles 18 de septiembre:…son
las 4 y acabo de pasar por la plaza… se dice que el objeto
principal es quitar a Saavedra y hacer Presidente a Chiclana; y que
los diputados se vayan si quieren, o se queden acá para el Congreso…
Andan fijando carteles citando para mañana a la elección de
diputados y demás.
Vaya algo de lo mucho ocurrido esta
mañana: “peroró la Mármol, lo
mismo hizo la Angelita, también la Chepa (alias) la Guinda: ésta
lloró en la exhortación; también una de las Beruti; fueron
concurrentes las Posadas, las de Endara; hubo palmoteos, vivas,
bravos, etc.”. (Nota: Las cacerolas eran entonces de
barro; poco sonoras y pesadas para las manos femeninas)
Pero la Revolución nacionalista –
toda nacionalidad viene del pueblo – iniciada el 25 de mayo y
detenida en Buenos Aires, renacería en el interior; Artigas y el
pueblo oriental serían sus primeros intérpretes. La nacionalidad
Argentina quedó condensada, en su forma política, en una expresión
definidora: el federalismo. La “Patria Grande”, liga de las
patrias chicas municipales.
Eduardo Rosa – Abril del 2013 -
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