jueves, 26 de junio de 2014

José Alsina: un historiador formoseño

Por Pablo José Hernández

“Dios esta en todas partes, pero atiende en Buenos Aires”.La chanza, lugar común en los debates norteños, no deja de ser parte de una conflictiva realidad. El centralismo, pese a todos los esfuerzos en contrario, no cede con facilidad sus espacios. José Alsina, aunque nacido en Catamarca, supo indagar en la realidad formoseña con seriedad historiográfica y desde el pensamiento nacional. La siguiente es una breve síntesis de su vida y de su obra. Esta incluida en libro Formosa en sus escritores que la editorial Boquerón publicara en el 2005. Vale la pena conocer producciones como la de Alsina que desde lo más profundo rescatan valores que engrandecen nuestra patria.

Cuenta la leyenda que cierta vez, al ser sorprendido en la redacción de uno de sus libros, el General Bartolomé Mitre fue interpelado críticamente. El autor del San Martín y del Belgrano, con más verdad que ironía, respondió que se estaba ocupando del futuro. En el siglo siguiente al de la anécdota, en efecto, los nuevos investigadores que no compartían su punto de vista debían de todas formas, para expresar la nueva versión, rectificar las aseveraciones de los dos volúmenes citados.
Mitre, previsor, se había quedado con el centro de la escena.
José Alsina, en Formosa, tuvo en claro el valor de esa disciplina y sus diversas concomitancias, dejando a su temprana muerte en una serie de libros fundamentales para la historiografía provincial y de consulta recomendable para quienes pretenden entender la Argentina en su totalidad.
Había nacido en San Fernando del Valle de Catamarca el 17 de abril 1954 y muy joven aún descubrirá dos facetas de su vocación que impregnaran su trayectoria: “al terminar la escuela secundaria, tuve la suerte de iniciar en la universidad, la carrera del profesorado en historia. A los pocos meses de esto, ingreso como archivero en el centenario y católico diario La Unión, de Catamarca. Allí solo trabajé unos pocos meses, ya que la crisis económica en 1974, otra de las tantas, provocó el despido de los empleados más nuevos”.
Alsina, sin embargo, supo sacarle jugo a las experiencias vividas en un periodo tan corto pero intenso: “ en ese tiempo pude aprender algunas cosas de archivalia que me dejaron hermosas y profundas enseñanzas, las que me permitieron entender y valorar elevadamente, en mis jóvenes años, la importancia, el sentido, la necesidad de preservar a través del tiempo los testimonios generacionales de los hombres”
En 1979 se encuentra ya en Formosa y es en Riacho He Hé, en la escuela provincial de nivel medio, en donde inicia su labor docente. No sólo el nombre actual- Republica de Italia- sino el edificio tiene que ver con su dedicación. A propuesta suya así se llamo el colegio, con los fondos que recaudo cosechando algodón junto a sus alumnos pudieron levantarse las paredes del nuevo edificio.
En 1982, al ser ascendido a vicedirector del Nivel Medio,es trasladado a Palo Santo, el “industrioso pueblo maderero” ubicado en el departamento de Pirané, a 139 Kilómetros de la capital provincial. Desde el año anterior, y hasta 1986,, dicto también introducción a la historia de la historiografía en la Asociación protectora de la educación Carlos Cleto Castañeda. En la Universidad Nacional de Formosa, en tanto, fue primero jefe de trabajos prácticos en la cátedra libre seminario de historia regional y, desde 1991, jefe de trabajos prácticos de Historia de España y en Historia Medieval, siendo en la ultima también profesor adjunto. En la dedicatoria de uno de sus libros está la síntesis del cariño y el espíritu con el que encaro la docencia: “a los estudiantes de esta tierra de quienes tanto aprendí”.
En 1990, el año en que ganara en Laguna Blanca el primer premio en un concurso de cuentos cortos, le editan también el primer libro. Lo hace la editorial Ancasti de Catamarca y se llama Historia de un pionero de la industria textil. La vida y la obra del ingeniero José Alsina Alcobert, su abuelo, son las reseñadas en el trabajo. El docente, en tanto, le edita en 1991 y en 1993, respectivamente, dos textos básicos para la bibliografía lugareña: Reseña histórica de Palo Santo y Reseña histórica de Pirané.
Formosa: su toponimia, su nomenclatura, impreso en 1995 por Rincón de Arandú, marca un mito que merece ser analizado detenidamente.
El tema, el “estudio del origen y significación de los nombres propios del lugar”, está muy lejos de ser menor. Así lo entiende Alsina, por de pronto, al recurrir a la cita del lingüista Gastón París: “nada más poderoso, más interesante, y o diría también más emotivo, que esos nombres que reflejan quizás la primera impresión que nuestra patria, la tierra donde vivimos y que amamos, con sus formas salvajes y graciosas, sus colores y sus vegetales, produjeron sobre los ojos y el alma de los hombres que la habitaron, y que se han dormido antes que nosotros, sus descendientes”.
Arturo Jauretche, en Política nacional y revisionismo histórico, en su clásico estilo, mete a la vez el cuchillo hasta el caracú explicando que la Argentina “se borró el nombre original de los lugares y al sustituirlo se rompió la conexión con el hecho histórico allí ocurrido”. Tal conducta, agrega, no era casual: “la toponimia a sido alterada para que el paisaje geográfico no coincida con el paisaje histórico, contribuyendo a esa sensación de irrealidad, de cosa estratosférica y sin contacto siquiera telúrico entre el pasado y el presente, que se caracteriza la historia que se enseña a nuestros escolares ”.
Valorizada pues, en toda su intensidad, esta ciencia, conviene ahondar en el peculiar caso formoseño pues se diferencia de las otras latitudes argentinas. La ley 422, promulgada en 1984, es la marca esa excepcionalidad puesto que posibilitó corregir futuros errores sucesivos al permitir que cada lugar “recuperara su designación primigenia” pudiéndose comprobar, entre otras cosas, quienes dieron cada nombre, “si fueron los tobas o los pilagás, los guaraníes primero o los paraguayos después, si se originó en salteños, chaqueños-salteños, chaqueños, santiagueños o correntinos ”.
El libro Alsina, además de responder a esos interrogantes particulares aclara también el significado de ciertos genéricos comarcales no siempre bien entendidos en las ciudades, tal el caso de isla,”el lugar descampado en que emerge un un monte”,bolsón,”una reducida pampa rodeada de elevados montes” o playas, los espacios “abiertos en el monte para almacenar los rollizos de quebrachos colorados, desde donde se llevaban a las vías del ferrocarril por medio de bueyes que tiraban a los llamados carros tobas”.
Algunos datos biográficos, por otra parte, ayudan a conocer quienes eran personajes como los ingenieros Enrique Faure y Guillermo Nicasio Juarez, ligados a los orígenes de la línea ferrea, o el colega de aquellos Pedro Enrique Ibarreta muerto “en el estero Patiño en forma violenta en manos aborígenes”, o el “sacerdote jesuita Gabriel Patiño” uno de los primeros en intentar, allá por 1721, la navegación del Pilcomayo.
El carácter vigoroso de la integración con los países vecinos, a la vez, queda demostrado en más de una oportunidad al brindarnos el autor los porcentajes elevados de paraguayos que vivían en algunos parejes, recordándonos además que “entre 1987 y 1848, el gobierno paraguayo estableció cuatro puestos de vigilancia en el actual territorio formoseño, en una zona comprendida entre la hoy Formosa y Clorinda”.
Es la Universidad Nacional de Formosa, en tanto, la que le edita “Diarios y Periódicos formoseños 1875-1996”, un libro esencial que rescata la historia y el contenido de las publicaciones formoseñas reproduciendo incluso en forma facsimilar la tapa o página inicial del valioso material rescatado en “ese ir” “encontrando”,”hallando”,”descubriendo, un material periodístico solo mencionado en ocasiones por algún especialista”.
La muestra se inicia en el Chaco, publicación 1875, anterior incluso a la fundación oficial de Formosa, y no desdeña las expresiones partidarias tanto en los formatos tradicionales como en los improvisados:”es interesante-dice Alsina- la circunstancia que en el largo devenir histórico de Formosa, hayan existido como formas de expresión, de comunicación y de concientización, en especial en los sectores más postergados de nuestra sociedad, las 'hojas sueltas', 'panfletos','proclamas' y 'manifiestos' que van desde algunos marxistas, troskistas o anarquistas de la década del '30, pasando por los nacionalistas de la Alianza Libertadora Nacionalista, hasta los volantes de la resistencia peronista a partir de septiembre del '55.
Párrafo especial merecen, por supuesto, los clásicos de Silvio Argentino Godoy, EL Nacional de 1930 y el Diario La voz popular que apareció entre 1930 y 1955, y el órgano decano de Formosa, La mañana, que apareció por primera vez el 4 de septiembre de 1961 y que desde 1962 estuvo bajo la conducción del salteño Enrique H. Read primero y de su hijo después, estableciendo una trayectoria no solo valiosa en la continuidad sino en la calidad informativa y reflexiva del matutino.
El ferrocarril Formosa-Embarcación entre 1905 y 1931, editado por Rincón del Arandú en abril del 2000, estudia no solo el tema de referencia sino que, en cierta forma, penetra en lo más hondo del espíritu con que se fue construyendo la provincia. Valen en este aspecto, las agudas palabras introductorias de Julio Florentino Gorleri: “Formosa fue fruto del sacrificio y empuje de su gente, sumados a la colaboración de extranjeros y pueblos vecinos. Basta leer en las páginas de este libro la obra ciclópea del ramal ferroviario. En su trazado y para dominar pantanos, como para afrontar calores, alimañas y pestes, ofrendó vidas, desparramó inválidos y extenuó esfuerzos entre hachas, machetes, palas de buey y durmientes, sin ubicarse en zaga de obras colosales-pirámedes, canales y otras maravillas de la ingeniería occidental- en cuanto a la precariedad de las herramientas y el agotamiento del músculo”.
Para demostrar la inexistencia de exageración en lo transcrito valgan solo dos ejemplos puntuales. Tiene que ver, el primero, con los trabajos realizados desde Embarcación en 1929:”la tierra fue trabajada en un 80 por ciento, únicamente con palas de mano, si bien la tierra era algo dura, por lo que hubo que empelar además picos en los terrenos bañados”. El segundo se refiere a obras del '28 y el '29 de Las Lomitas hacia el oeste:”se limpian, en promedio, 6,12 kilómetros por mes. Esto se hace trabajando a mano, pala, machete y picos por parte de aborígenes, pues el personal europeo prefería otros trabajos”. Sirva lo dicho, además para desvirtuar el remanido prejuicio acerca de la indolencia del indio.
Una huelga-que no fue la única- acontecida en 1909, habla tanto de la decisión de los trabajadores por hacerse respetar como de la equidad, por cierto nada común en aquellos años, de las autoridades formoseñas. Ante una solicitud presentada el 8 de abril por el ingeniero Faure, el gobernador Amado Artaza responde en forma ejemplar pues se escusa de intervenir mientras “se mantengan en el terreno de una resistencia pacífica, con el objeto confesado y perfectamente legal de obtener mayores jornales o menores horas de trabajo”, aclarando que “el único caso en que la autoridad civil a mi cargo podría y debería intervenir, sería el caso en que la propaganda o la huelga se tornaran agresivas, lo que no ha sucedido hasta el momento, siéndome grato dejar constancia de que los jornaleros que ayer acudieron a la gobernación a exponer sus pretensiones, lo hicieron en forma correctísima”.

Alsina, con modestia excesiva, concluye que su libro “es solo una síntesis, superficial casi, de lo realizado por varios pioneros de Formosa de la década del veinte e inicios de los años treinta”, aclarando que lo que continua es una etapa nueva caracterizada, entre otros factores, por “el creciente desarrollo algodonero, el incremento de la explotación quebrachera y la industrialización de tanino” que sería “el comienzo de una nueva historia”.

El volumen Formosa en cuentos, ensayos e historias que El Docente había publicado en 1999, además de rescatar buena parte de su obra periodística (escribió en La mañana y en El Comercial entre muchas otras publicaciones) completa su biografía pero no su trajinar.

Es primordial decir al recordarlo que fue una propuesta y un proyecto suyo ese Archivo Histórico de Formosa, creado en 1994, del que fue nombrado director organizador y en el que permaneció laborando hasta un día antes de aquel sábado 28 de septiembre 2002 en que lo encontrara la muerte.

Es fundamental también, porque él así lo sentía y lo incluía en el perfil biográfico con que acompañaba sus libros, señalar que estaba casado con la docente Iris Torres con el que habían tenido cinco hijos: Inti Rafael, Iris Anahí, Mariano Luis, Santiago Bernabé y Rosa María.

Es obligación remarcar por último, desde la más lacónica objetividad, que José Alsina no solo escribió historia. A su manera y en su medida también la hizo.


Alsina José:

Diarios y periódicos formoseños 1875-1996; Universidad Nacional de Formosa; 1996.

El ferrocarril Formosa-Embarcación 190-1931; Rincón del Arandú; 2000.

Formosa: su toponimia, su nomenclatura; Rincón Arandú; 1995.

-El comercial; Formosa; 29 de septiembre del 2002.

-Jauretche, Arturo; Política nacional y revisionismo histórico; Peña Lillo; 1970.





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