Por Julián Otal Landi
“Porque esto tiene otra llave”
Más de una vez y, sobre todo en estos últimos tiempos, nuestras elucubraciones de signo políticas desembocan en la problemática “madre” de nuestra historia política- cultural: “Civilización y barbarie”. Siempre girando en torno a ella se encontraron y se encuentran dos modelos de país, dos maneras de interpretar la realidad argentina cuando en realidad, como bien diría el maestro Fermín Chávez “la historia cultural argentina es un árbol de dos raíces”. No obstante, a 60 años de la formación de la “resistencia peronista” ante la avanzada “gorila” nos encontramos ante un nuevo proyecto liberal-conservador en el poder (esta vez sin la necesidad de recurrir a los cuarteles). La problemática en ciernes, entonces, vuelve sobre sus orígenes: se trata en la búsqueda de lograr la “formación de una conciencia nacional”, conformar una “epistemología para la periferia”, interpretar y recuperar la esencia del “ser nacional”. Una tarea interminable pero necesaria a la que recurrió Fermín Chávez dando el puntapié inicial a una renovación historiográfica dentro del revisionismo histórico argentino, luego de la conformación del peronismo quien fuera brutalmente derrocado.
Al momento de la edición de su primer obra (fines de 1956) de carácter histórico cultural en nuestro país se instituía un gobierno ilegítimo que había derrocado al gobierno democrático de Juan Domingo Perón en setiembre de 1955, y en junio de 1956, desbarataba de manera cruenta el levantamiento del General Valle mientras la proscripción daba persecución a toda manifestación que se relacione al gobierno depuesto: llámese “Perón”, “Evita”, “Justicialismo”, etc. el gobierno de facto, mediante el decreto-ley 4161 castigaba a cualquier peronista rebelde con la prisión.
La motivación de la publicación de “Civilización y barbarie” significaba una reacción ante el discurso oficialista y el aval de los intelectuales que adhirieron a dicho régimen y los versos de José
Hernández que se rescatan en nuestro subtítulo3, sintetizan la intención de Chávez: reaccionando al método historiográfico “científico” y poniendo a debate nuevamente la vieja dicotomía sarmientina “civilización y barbarie” que atravesaba nuestra historia y en ella se legitimaba el orden “libertador” del régimen de turno, enmarcándose en la línea “Mayo-Caseros” que contrastaba a las dos tiranías: Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón. La tesis de su trabajo viene a instalar que el problema nacional es de índole cultural: desde que se apuesta un falso concepto de “civilización” con la Generación de 1837, se empezó a hablar de la “barbarie americana” en sentido negativo. De este modo, el problema político que vuelve a ponerse en escena es sólo un aspecto de algo mucho más profundo: un problema ontológico.
Busto de Fermín Chávez
en la plaza de Nogoyá
“La civilización unitaria es resistida tercamente por la barbarie federal: he ahí el hecho argentino que ha de ir desencadenando nuestras luchas morales y políticas durante el siglo XIX. Frente al unitarismo racionalista se yergue una idea vernácula y una forma de vida que responde a la verdadera situación del hombre argentino y a su espontaneo desarrollo.
“Las subestructuras que sostienen a partir de Pavón nuestra República Mercantil tienen el aliento del naturalismo unitario. Así lo han visto pensadores esclarecidos y así lo comprobamos actualmente… Los doctores unitarios están de vuelta. Han regresado con el mismo candor y el mismo desconocimiento del país que pusieron de manifiesto cuando elaboraron la Constitución de 1826, ávidos de leyes escritas que nunca cumplieron”4
En la introducción citada el autor ponía en evidencia la problemática que trascendía la historia fáctica y científica, y mediante el historicismo se dispuso a desentrañar la civilización autóctona, condenada y proscripta por el unitarismo iluminista. En dicho proceso, Fermín no pecaba de anacronismo ya que en la problemática que pretende poner a la luz, trasciende al partido político: sean unitarios o antiperonistas, llámese Sarmiento o Borges, todos son instrumentos de un orden liberal que negaban la historia vernácula de nuestra tierra. Quizás influenciado por su maestro Nimio de Anquín, Fermín adoptaba el historicismo y recupera el pensamiento de Herder y Vico para analizar la historia. No es casualidad, entonces, que Fermín rescatase las “voces populares” a través de cielitos, obras teatrales y publicaciones que reflejasen la defensa de una civilización originaria que contradecía los valores ideales exportados del iluminismo europeo. Si la historia liberal buscó hacer tabla rasa con el pasado “barbárico”, el revisionismo histórico tenía el deber de poner en evidencia la historia popular, rastrear nuestro volkgeist5. Una tarea pendiente que hacía urgente bajo los momentos en que los doctores unitarios
regresaban a partir de la “Revolución Libertadora”, aunque en lugar de llamarse “liberales” se harán llamar “mayistas” de la llamada línea Mayo-Caseros. Se pone en evidencia que nuevamente un sector con valores iluministas avanzaba por sobre los intereses y el sentir popular. Entonces, el problema iba más allá de sacar unos próceres del panteón para poner otros, la revisión requería una interpretación no sólo política del acontecimiento sino cultural, tomando ese eje, la historia se la tomaba desde su unicidad y en su particularidad con respecto a otros pueblos y en contraste a las ideas racionales.
Con estas claves Fermín Chavez emprendía una búsqueda cultural que pusiera de manifiesto este “espíritu del pueblo” ocultado por la historiografía liberal y también desdeñado por sus colegas revisionistas, más focalizados en la experiencia de Rosas y los caudillos provinciales previos a Caseros. A diferencia de José María Rosa que postulaba como un cierre abrupto de la alternativa federal a partir de la caída de Rosas, Fermín se encargó de rescatar del olvido lo que, desde su niñez en Entre Ríos, recibió mediante la memoria colectiva la resistencia y el coraje de Ricardo López Jordán y varios federales que resistieron ante la avanzada liberal, unitaria y mitrista pergeñada desde Buenos Aires6. Así, con “Civilización y barbarie” dará inicio a la reivindicación de la experiencia federal posterior a Caseros que dará forma en biografías de consulta insoslayable como las dedicadas a Ricardo López Jordán y José Hernández. También desarrollará el rescate de otros “malditos” y, como tales, olvidados para la historia mitrista: Alejo Peyret y Francisco Fernández, además de revisitar a otros pensadores destacando su visión historicista como son los casos del Padre Castañeda y un brillante Juan Bautista Alberdi que, si bien éste último había sido una figura “incómoda” a los ojos de varios revisionistas, para Fermín Chávez era clave reivindicar el pensamiento del Alberdi de los primeros años y también del que partió al exilio enemistado con los ideólogos que se instalaban en el poder luego de Pavón.
Fermín Chávez propondrá desde el revisionismo una renovación, que sea la resistencia a esas nuevas propuestas metodológicas que buscaban, desde el iluminismo, marginar los problemas de fondo políticos, sociales y culturales. La renovación de Fermín es sobre todo en el marco de reinterpretar la historia desde el historicismo, centrándose en el problema de raíz que volvía a hacerse presente de manera violenta luego de 1955: civilización y barbarie.
“Nuestras generaciones jóvenes han empezado a tener conciencia de estos problemas en un momento por demás confuso y trastornado. Reciben de sus padres espirituales y de sus maestros, la herencia de miseria que todo argentino contemporáneo guarda en su seno por toda riqueza moral. Revisan su anverso y reverso tratando de hallar una verdad de salvación, y solamente encuentran un esquema negativo y perverso donde el país real semeja algo así como un monstruo definitivamente deshauciado por los doctores del liberalismo.
Fray Benito Enrique, novicio dominico
“Comprometida de entrada en esa empresa terrenal que es el país, le toca a nuestra generación esta suerte de afanes: la de exigir una severa y limpia explicación del ser nacional”7
Así como Arturo Jauretche publicaba “Los profetas del odio” casi en simultaneo a la obra prima de Fermín y Hernandez Arregui hacía lo suyo con “Imperialismo y cultura” y más tarde, luego de un “obligado” exilio José María Rosa profundizaba un enfoque de la historia argentina desde un enfoque revisionista “nacional y popular” Fermín Chávez se calzaba su pañuelo blanco jordanista y daba pelea desde las trincheras de la cultura dando comienzo a una amplia y versátil obra cuyo eje se centra en la problemática inicial: civilización y barbarie.
3 “(…) Aquí no valen Dotores; Sólo vale la experiencia; Aquí verían su inocencia Esos que todo lo saben, Porque esto tiene otra llave Y el gaucho tiene su cencia”. Fragmento de un poema de Hernández que Chávez recuperará en más de una oportunidad, dándole título a un trabajo dedicado al historicismo y la búsqueda de un pensamiento nacional en 1984. Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico. También será citado en Herder, el alemán matrero. (Nueva Generación, 2004) 4 Fermín Chavez. Civilización y barbarie. El liberalismo y el mayismo en la historia en la cultura argentina. Buenos Aires. Trafac. 1956. Pp.7-8. 5 El término hace referencia a la denominación herderiana que entiende como “espíritu del pueblo” la recuperación/puesta en valor del “mundo primitivo, de las canciones populares, de la Edad Media y de los pueblos de color menospreciados y explotados, en un vuelco de conceptos fundamentales, restauradores, y libera al mundo cultural de la utopía iluminista de hacer tabla rasa con el pasado”. Fermín Chávez. Herder, el alemán matrero. Buenos Aires. Nueva Generación. 2004. P. 23.
6 “El 11 de abril de 1870, después de traicionar al Chacho Peñaloza y al Paraguay que contaban con su apoyo, muchos de sus seguidores se hartaron y siguiendo a Ricardo López Jordán se sublevaron. Desde entonces, los entrerrianos se dividieron en sus preferencias históricas. Quienes seguían ritualmente las enseñanzas escolares, veneraban al vencedor de Caseros (Urquiza). Otros, muchos otros (sic), que conservaban la memoria transmitida oralmente de padres e hijos, conservaban la costumbre de usas en el cuello el pañuelo blanco de los jordanistas. De una de esas familias fue vástago Fermín Chávez”. Enrique Manson. Fermín Chávez y su tiempo. Buenos Aires. Ediciones Fabro. 2011. P. 21. 7 Fermín Chávez Civilización y barbarie… p. 12.
No hay comentarios:
Publicar un comentario